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— Y-Yo, lo siento... N-No debí venir, lo siento. — Su alma estaba rota, así como su corazón. Aquella voz fuerte que solía poseer y de la que presumía, era una burla al hilo de voz temblorosa y entrecortada por las lágrimas que atentaban a salir. Lamentablemente no pudo contener ni una sóla.

— Jihyo, Jihyo ¡Espera! — La menor trato de ir tras ella, empujando a Sana de encima suyo sacándole un quejido.

Como pudo se puso un bóxer de por ahí tirado y una sudadera gigante que solía usar de pijama y que la mayor solía robarle, de la forma más apresurada, casi cayéndose en el proseso. Corrió tras Jihyo, quien sin mirar atrás caminó tan rápido como sus piernas le dieron, desgraciadamente las largas de Tzuyu no la dejaron escapar del infierno que dentro de sí se comenzaba a formar.

— Jihyo, no es lo que crees... — La Taiwanesa tomo su muñeca impidiéndole el paso.

— Tzuyu, déjame ir. — Ella creía que no podría llorar más. Estaba muy equivocada.

— Por favor, ¡Sólo escucha! — Con fuerza Tzuyu se aferró al agarre con la mayor. Pero claro, el dolor que Jihyo sentía en su corazón era peor que el de su muñeca.

Sin embargo ella no se dejaría lastimar más.

—  ¡¿Qué quieres que escuché!? Esto está más que claro. ¿Tanto necesitabas tener sexo? ¿Solo eso quieres, cierto? Pero como yo no podía dártelo... ¡El amor no es sólo sexo, Tzuyu! — Escupió con rabia, soltanse de un jalón de aquél doloroso apretón que Tzuyu le daba a su muñeca. Por sus ojos rojos y su semblante torcido era obvio que meterse con ella no era nada bueno. — No quiero que me vuelvas a hablar, tú y yo ya no somos nada. Así que más te vale dejarme en paz.

Tzuyu tembló en su lugar, lo menos que quería era perderla. Debió pensarlo antes de acudir a Sana ¿No es verdad? 

Jihyo salió de su casa con un fuerte portazo, dejándola en shock.

¿Qué demonios acababa de hacer?
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Su cuerpo, su cuerpo ni lo sentía, sus lágrimas caían aún como en un diluvio las gotas de lluvia, pero ella no sentía nada, ni se molestaba en retenerlas. Caminó en silencio al único lugar al que sabía podía ir, ¿Su casa? Ese lugar solo le recordaría cada momento en que, su ahora exnovia, quiso convencerla de hacer lo que tanto deseaba. Tan solo recordarlo le daba una rabia con la cuál golpearía cualquier cosa, aún si eso conlleve a lastimarse toda la mano hasta sangrar, le hervía la sangre. Su mejor amiga siempre la recibía con los brazos abiertos, y eso era justo lo único que necesitaba. Estaba destruida, rota, realmente creía que la menor la amaba, ella nunca la defraudó y Tzuyu le pago así.

Tocó la puerta con poca fuerza, se sentía débil. En cuanto Nayeon salió, la miró con preocupación y con el corazón roto tan sólo de verla, la abrazo sin dudar.

— Jihyo, ¿qué ocu...?

— ¡Nayeon, Nayeon! ¡Me engañó! — sus palabras salían sin pensar, solo decía, no, gritaba lo que se sentía, con sus lágrimas más gruesas y dolorosas. — Se acostó con Sana a mis espaldas, y yo... Y-yo.

— Calma, ya no pienses en eso... Aquí estoy. — profundizó su abrazo como si la vida de Jihyo dependiera de aquello, como si en un descuido ella se fuese a  desvanecer. — Sabes, Jeongyeon está dentro, quizás quieras verla también.

Jihyo aún entre sollozos sólo logró asentir con su cabeza y jadeos.

Jamás creyó en que algo así lograría ocurrirle. ¿Qué había hecho ella para merecer esa miseria?

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— Jihyo, te traje este delicioso kimchi que claramente compre en la cafetería porque no se cocinar esta delicia, y si no querías una diarrea de una semana, esta opción es la mejor. — Jeongyeon llegó a sentarse en la banca del campus dónde se encontraban.

Just Like A Virgin (G!P) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora