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Comencé a caminar para salir de aquella habitación y los pasos de Alana fueron torpes detrás de mí, ya que yo tiraba de su mano para que lo hiciera. Giré mi cabeza para mirarla.

—Pero, ¿Qué demonios haces? —me preguntó.

—Tú solo camina —le dije y tiré más de su mano, para acercarla a mí.

Clifford salió de la habitación.

—Alana, ¿A dónde vas? —le preguntó.

—Tenemos cosas que hacer Clifford —contesté por ella.

—Alana, te estoy hablando —dijo él. Detuve nuestros pasos y me giré a verlo.

—¿Acaso no te has dado cuenta de que estas enfermo? Así de pie y encima descalzo no vas a curarte más Clifford, será mejor que vuelvas a la cama.

Vi como su cara se tornaba rojo de la rabia.

—Alana, vuelve aquí —le exigió de manera autoritaria, como si ella fuera un perro o algo así.

Ella lo miró fijo por unos cuantos segundos, y luego me miró a mí.

—No soy una de tus empleadas, para hacer lo que quieras —le dijo ella. Sonreí levemente y ella me volvió a mirar —Vamos.

—Vamos, cariño —dije y volvimos a caminar.

Tuve unas ganas tremendas de girar a ver como había quedado Clifford, pero no lo hice para poder llegar más rápido a la salida. Además de que había dejado sin protección a mi Betty. Salimos y con cuidado ella soltó mi mano.

—Ya no es necesario que me agarres de la mano —me dijo.

—Está bien, está bien —le dije y me subí a la moto —Sube, vamos.

—¿A dónde? —me preguntó frunciendo el entrecejo.

—Tú solo sube, yo luego te digo.

Se subió y prendí marcha hacia lo de Camille. Sabía perfectamente que si le decía que la llevaría a lo de Camille se iba a negar rotundamente. Llegamos a una pequeña casa, que se encontraba cerca de la Universidad. Allí vivía la rubia insoportable de Camille Bynes.

Alana se bajó y luego me bajé yo.

—¿Podrías decirme en donde estamos? —volvió a preguntar.

—Ya lo veras —dije y tomé de su mano, para caminar hasta la puerta de la casa.

Toqué el timbré y más rápido de lo que esperaba la puerta se abrió. Una sonrisa de oreja a oreja se dibujaba en el rostro de la rubia.

—Viniste —dijo con voz chillona.

Sentí como la mano de Alana apretaba con fuerza la mía. Entonces, con un solo tirón la presenté adelante, para que la viera.

La sonrisa de Camille se esfumó más rápido que un 'hola que tal'. Sus ojos verdes miel se clavaron con asombro y enojo sobre la pequeña figura de Alana. Arrastrando la vista me miró a mí. Yo solo sonreía como si nada pasara.

—No sabía que venías acompañado. —me dijo apretando los dientes.

—Y desde ahora en más, va a ser así casi siempre —le dije.

Volvió su vista a Alana y vi como su rostro cambiada radicalmente.

—Entren —sentenció y entró a su casa.

—¿Qué es esto? ¿Por qué me trajiste aquí? ¿Acaso quieres vengarte de mí por haber ido a lo de Michael? —me preguntó por lo bajo.

—No, no es eso. Te traje como escudo anti-Camille —dije por lo bajo para que la rubia que estaba delante nuestro no escuchara —Además de que no iba a dejarte con el neandertal de Clifford.

Mi Pequeña Obsesión.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora