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Ella dejó de caminar y entonces me giré a verla. A leguas se notaba que estaba realmente nerviosa por todo este motivo.

—¿Qué pasa mi amor? —le pregunté.

—Creo... creo que no es buena idea, Ashton. Mejor llamo a mi madre y le digo que no venga. O quizás llame a papá y le diga a él que no venga —dijo y tomó su celular.

—Oye, oye —la detuve y le quité el pequeño aparatito —Todo va a estar bien. Ellos dos son personas grandes, van a comportarse.

Ella asintió y besé su frente. Volvimos a caminar y entramos al lujoso hotel para dirigirnos a la parte cómoda del restaurante. Un hombre calvo y de baja estatura se acercó a nosotros.

—Buenas tardes, ¿en que puedo ayudarlos? —nos preguntó.

—Buenas tardes —lo saludó Alana —Tenemos una reservación a nombre de Alana Brooks.

El hombre miró la agenda que tenía en su mano y asintió.

—Si señorita, la mesa ya esta lista. Por aquí.

Comenzó a caminar y lo seguimos. Nos dio el paso para sentarnos en una adornada mesa con cuatro platos. Como todo un caballero le corrí la silla a mi novia y ella se sentó. El mozo se alejó inclinando levemente la cabeza. Vi como Alana miraba a su alrededor...

—Amor, tranquila —le dije.

Me miró a los ojos. —Cuando mis padres lleguen se va a desatar la tercera guerra mundial —aseguró.

—Quien sabe —dije y acaricie su mejilla —Quizás sea hora de la paz mundial.

—¡No saben lo contenta que me puse cuando supe que íbamos a almorzar los tres juntos! —escuchamos su aguda voz. Ambos nos giramos a verla. Me puse de pie y ella se acercó a abrazarme —Eres un desconsiderado. No fuiste a visitarme como lo prometiste.

—Lo siento —le dije y me alejé de ella —Pero las cosas no estaban bien en esos tiempos.

Ella miró a Alana y luego volvió a mirarme. —¿Acaso ella te prohibió que me vieras? —me preguntó.

—No, no —dije divertido.

Alana se puso de pie. —¿Puedes hacerme el favor de saludar a tu hija como corresponde? —le dijo.

Gina sonrió y se acercó a ella para abrazarla y besar su rostro. —Eres tan celosa —aseguró alejándose de ella.

—No son celos —cuestionó ella —Solo me molesta que siempre estés a favor de los demás. De cualquier extraño, menos de mí.

—Eso no es verdad —le dijo su madre mientras se sacaba el abrigo y todos tomábamos asiento. Gina miró bien la mesa y frunció el ceño —¿Por qué hay cuatro platos? Somos solo tres personas.

—Mmm, lo que pasa es que...

—Se confundieron —interrumpí a Alana, que soltó un leve suspiro.

—Voy a pedir que lo quiten —dijo Gin se puso de pie.

—¡No! —dijo Alana elevando un poco más la voz. Gina la miró extrañada —No, no digas nada. La mesa se ve bien así... con cuatro platos.

Gina volvió a sentarse y pícaramente miró nuestra cercanía.

—¿Hay algo que deban decirme? —nos preguntó.

Miré a Alana y sonreí. —Gin, luego de hacerme sufrir como un idiota y casi enloquecerme por completo tu hija ha aceptado que me ama —le conté. Su boca se abrió del asombro y miró a Alana con los ojos bien abiertos.

Mi Pequeña Obsesión.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora