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Luke comenzó a seguirla mientras le decía que no podía enojarse por ello. Reí por lo bajo al igual que Rafa y Calum.

—Se pelean siempre, pero a los dos segundos están como si nada hubiese pasado —dijo Cal divertido.

Mi celular comenzó a sonar. Detuve mi paso y lo busqué en mi mochila. Miré la pantalla y el número que aparecía era desconocido.

—Vamos Irwin, estamos por llegar tarde —dijo Calum.

—Vayan yendo —les dije y me alejé un poco para contestar —¿Hola?

—Lo intente, juro que lo intente —su voz paralizó mi cuerpo —Pero no lo comprendiste y no me hiciste caso.

—¿Qué es lo que realmente quieres, maldita sea? —pregunté nervioso.

—Yo quise hacer las cosas por las buenas y tú me obligaste a hacerlas por las malas. Tú no puedes dejar nada bueno, yo voy a ayudarte a hacerlo.

—¿De qué estás hablando? —dije sin entender.

—¿Dónde está Alana ahora, Ashton? —me preguntó.

Mi corazón se detuvo en ese mismo momento. Solté el teléfono y comencé a correr lo más rápido que pude hacia la salida. La luz de afuera se veía lejana y yo sentía que mis piernas jamás iban a llegar hasta allí. Salí casi volando hacia el exterior y miré hacia donde estaba el estacionamiento. Alana salía del auto.

—¡Alana! —le grité. Ella levantó la vista y me sonrió. Y entonces un auto negro salió de la nada y se detuvo a su lado. Unos hombres salieron de allí y colocaron sobre su nariz un pañuelo —¡NO!

Corrí hacia ellos pero fue demasiado tarde. Se la llevaron. Corrí hacia donde se había dirigido el auto, pero ya se había alejado demasiado.

—¡NO! —volví a gritar mientras sentía aquella sensación de impotencia en mi pecho.

—¡ASHTON! —me giré a verlos, Calum y Rafa venían corriendo hacia mí —¿Qué pasó?

—Se la llevaron —dije mientras me daba cuenta de ello. Mis ojos se llenaron de lágrimas.

—¿Y Alana? —preguntó a Jose.

—A Alana —susurré.

—¿Qué? —dijo ella sin poder creerlo.

—Tranquilo, Ashton... vamos a encontrarla. Necesitamos llamar a la policía y ¿Por qué se la llevaron? —dijo mi amigo.

—Mi padre —dije y lo miré a los ojos.

Calum asintió levemente y estiró la mano para entregarme el celular que había tirado antes de salir corriendo. Lo tomé y sin pensarlo marqué el número de su celular.

—¿Qué pasó, hijo? —me preguntó al atender.

—¡¿Dónde está maldita sea?! ¡Por tu bien no le toques un pelo porque juro que voy a encontrarte y a acabar contigo! —dije mientras apretaba los dientes.

—Solo estoy intentando ayudarte. Quiero salvarte, aunque no lo creas.

—¿Por qué no me dejas en paz? —mi voz se quebró y las malditas lágrimas comenzaron a salir de mis ojos —No le hagas daño, por favor.

—Por eso mismo es que quiero alejarla de ti, hijo —susurró él como si estuviera con alguien —Ella es la que va a acabar contigo si no hago algo.

—¡No, por favor, no le hagas nada! —grité.

—Me lo vas a agradecer algún día —dijo y colgó.

Mi Pequeña Obsesión.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora