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Sus ojos volvieron a adquirir ese brillo de hace unos instantes, sus mejillas se enrojecieron levemente y eso terminó con lo que quedaba de mí.

—¿Usas ese calificativo con otras... personas? —me preguntó con recelo.

Sonreí. —¿Celosa? —le pregunté arqueando una ceja.

—Estás matando el momento, Ashton —dijo frunciendo levemente el ceño.

Reí por lo bajo. —Y tú solo me estás tentando cada vez más —dije divertido.

—Solo quiero saber si alguien más fue llamada así...

—No —le dije mirándola fijamente —Nadie más, amor.

Ella levantó su mano y acarició mi mejilla, para luego subir hasta mi cabello y acomodarlo levemente hacia atrás. Me incliné hacia ella y la besé dulcemente acariciando sus labios con cuidado. Gimió levemente, mandando a través de mí una oleada de placer. El beso dulce y tierno se volvió apasionado e intranquilo. Necesitaba sentirla desesperadamente.
Bajé mis manos al borde de su blusa.

—No, no y no, Irwin —dijo agitada soltando mis labios —Dije que no...

—Solo eres una pequeña y peligrosa ninfa que ha venido hasta mi habitación y me ha despertado y me ha seducido y ahora no quiere dejarme cobrar lo que debo.

—Por Dios, Ashton, no han pasado si quiera 24 horas desde la última vez que lo hicimos... no puedes estar desesperado. Definitivamente eres un ninfómano.

—Y tú te comportas como una monja —la besé cortamente.

—Pero te encanta esta monja —dijo coqueta.

—Está bien, tú ganas. Solo porque no tengo como contradecir aquello, es absolutamente cierto.

Me miró de manera tierna y acarició de nuevo mi mejilla. —Ahora, ¿me puedes dejar salir? Quiero comer algo —me dijo.

—Delante de ti ya tienes algo para comer, ¿para qué quieres otra cosa? —le pregunté.

Ella rió por lo bajo. —No se puede vivir de hacer el amor, Ashton —dijo mientras sin intención alguna clavaba su mirada en mi boca.

—Mmmm, esa mirada... quieres besarme ¿cierto? —le dije y me agaché para morder sus labios.

—Tienes razón... ganas en todo. Sí quiero besarte, y todo lo que se te pueda pasar por la mente. Pero ahora tengo hambre... de comida.

—Bueno, vamos a comer —dije rendido mientras me alejaba de ella y me ponía de pie. Tomé su mano y la levanté de la cama —Pero luego quiero el postre. —Le gruñí y la tomé de la cintura para un arrebato beso y luego la solté.

Ella rió divertida. —Traje helado —dijo con una inocente sonrisa.

—Y te atreves a decir que soy yo quien mata los momentos. No tienes vergüenza, amor.

—Decidí ignorar tu doble sentido —me aclaró.

—Pero si lo divertido de eso es que te escandalices —dije mientras ambos salíamos de la habitación.

—Oh, bebé, ya no me escandalizan tus dobles sentidos —me dijo divertida.

Arqueé una ceja y antes de que se alejara demasiado, la detuve y la acerqué a mí. Su espalda chocó levemente contra mi pecho y el aroma de su cuerpo, me excitó un poco más de lo que ya estaba. Sentí como su respiración se volvía un poco más densa.

—¿Por qué estas tan distante? —le pregunté al oído.

—Yo no estoy distante —aseguró.

—Sí, sí lo estás —susurré y bajé mis manos a su vientre, abrazándola un poco más.

Mi Pequeña Obsesión.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora