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Aquella cínica sonrisa no salía de su rostro. Sentí que la sangre me hervía ¿Qué diablos hacia él aquí?

—¿Qué quieres? —le pregunté de mala manera.

Él volvió a mirar a Alana. —¿No me vas a invitar a pasar? —me preguntó.

Me quedé quieto en el lugar... no iba a dejarlo pasar. Sentí unas pequeñas manos apoyarse en mi espalda. Giré mi cabeza y la miré. Ella asintió levemente.

—Pasa —le dije a mi padre y me corrí de la puerta. Él entró y miró a su alrededor.

—Buenos días, Alana —le dijo a ella.

—Buenos días señor Irwin —le respondió.

—Espero no haber llegado en un mal momento.

—No, para nada —dijo Alana y sonrió de manera falsa. Reí por lo bajo —Estábamos por desayunar ¿Quiere desayunar con nosotros?

—No gracias —dijo él y se sentó en una de las sillas.

Alana me miró y sonrió de manera dulce. —¿Qué lo trae por aquí señor Irwin? —le preguntó.

—Necesito hablar unos asuntos con Ashton —le dijo de manera tajante.

—Bueno... yo ya me estaba por ir, y...

—No, tú no te vas a ningún lado —la detuve. Ella me miró —Cualquier cosa de la que me quieras hablar puedes hacerlo delante de Alana, padre.

Él me miró fijo, y luego miró a Alana. Ella se veía algo sorprendida.

—Es un asunto delicado —prosiguió él.

—No interesa... yo no tengo secretos con mi novia. Si no se entera ahora, se va a enterar después.

—¿Novia? —preguntó confundido.

—Oh, como fui tan tonto de no decirte papi —dije irónico y me acerqué a Alana para abrazarla de costado —Te presento a tu nuera... ¿no es encantadora? —Bobby nos miró algo atónitos. Giré mi cabeza para mirar a Alana y sus mejillas estaban totalmente enrojecidas. Levantó la cabeza y me miró. Le guiñé un ojo y negó divertida con la cabeza.

—Así que son... novios.

—Si —dijo ella asintiendo —Espero que le agrade la idea de tenerme en su familia. A mi me encanta que usted sea mi suegro —noté aquel particular tono de sarcasmo.

—Claro que estoy contento... no te imaginas cuanto pequeña —le dijo él.

Noté algo muy extraño en aquella afirmación. Lo miré fijo, tratando de saber que pretendía.

—¿Y bien? ¿A qué has venido? —le pregunté de manera cortante.

—Cariño, no seas tan grosero. ¿Por qué no le ofreces una taza de café a tu padre? —me preguntó Alana. La miré y ella alzó ambas cejas.

—Oh si, tienes razón amor —le dije y me acerqué a donde estaba ella —Papi, ¿quieres café?

—Un poco estaría bien —me dijo él. Agarré una taza y serví el café. Me acerqué al oído de Alana.

—¿Puedo escupir un poco en él? —le pregunté.

Ella soltó una leve risita y ambos miramos a mi padre.

—Un poco no estaría mal... creo que ha arruinado algo —susurró ella.

—Ha arruinado todo —le aseguré. Tomé la taza y se la alcancé a mi padre —Aquí tienes...

—Gracias —susurró él.

—Bueno, ¿A qué has venido exactamente? —le pregunté mientras me sentaba frente a él.

Mi Pequeña Obsesión.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora