Verdad

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- Mi padre ha estado dos años buscándome, solo con mi hermano y muy enfermo, y yo fui tan tonta de no decirle lo mucho que le quería.- Adler se acercó a ella y puso sus manos en su cintura.- Estuvo tan cerca de mí...- volvió a caer en la tristeza. Rita miraba la escena con ojos llorosos, se sentía como ella, por lo cual se dirigió a Edith y le cogió también de la cintura.

- Debo irme Edith.- Se puso en marcha pero esta le cogió del brazo.

- No, por favor. Ahora te necesito más que nunca Adler.- Puso una pequeña sonrisa que en un pestañeo convenció a Adler. La agarró y la puso arriba de la litera. Después a Rita que se puso apoyada en el pecho de Edith. Adler subió y poniéndose detrás de Edith, las agarró a las dos con sus fuertes brazos. Las atrajo un poco hacia él y se quedó mirándolas, con una cara de pena y angustia por todo lo que podía haber hecho por ellas y que nunca hizo. Al final cayó en la tentación de el silencio y quedó dormido.

Una puerta se abre, Adler abrió los ojos. Ya casi no había luz en el barracón, solo voces y pasos. Edith también se despertó y asomó su cabeza. Al darse cuenta de que habían vuelto, agarró a Adler de la chaqueta y le dijo que se fuera. Este afirmó y bajó rápidamente para salir, pero una de las mujeres le paró con un grito:

- ¡Para!- Adler se dio la vuelta y para intimidarla, puso un cara violenta. Todas se echaron para atrás, diciéndole a la chica que parara de hacer lo quería, que las mataría .- No me das miedo Adler.- Cambió su cara totalmente, extrañado se acercó un poco a ella.

- ¿Como sabes mi nombre?-

- Tu mataste a ese viejo que te dio el peluche, mi marido lo vio todo. Trabaja ahora en el crematorio y sabe lo que hiciste. Eres un asesino... ¿Es que no piensas en...?- Edith salió de su sitio y empujó a la chica a un lado.

- ¿Adler?- Edith le enseñó el peluche y lo balanceó de un lado a otro.

- Edith, yo...-

- ¡Tu no eres Adler! Eres un nazi, el que te han convertido.- Se acercó a él y junto su nariz con la de él.- Dime que no es verdad. Dime que no mataste a mi padre.- Adler dio su respuesta mirándola a los ojos, donde se podía ver la llama del arrepentimiento y la culpa, pero ella no hizo caso.- Hijo de puta, eres un cabrón.- le pegó una y otra vez mientras lloraba y gritaba. Se cayó al suelo y empezó a negar con la cabeza.- Confiaba en ti Adler, desde que te conocí.- Adler la intentó levantar pero se soltó de sus manos. En un movimiento ágil,Edith cogió su pistola y se la puso en la frente.

- ¿Ahora si te importa que alguien tenga una pistola en la cabeza, no?-

- Suelta el arma Edith. Te juro...-

-¿Que más has hecho? Mejor aún, ¿que más me has hecho a mí?.- Quito el seguro y presiono más fuerte la boca de la pistola a su frente.- ¡Responde!- Adler se dispuso a hablar. Abrió su boca y soltó la gran bomba de su violación. Edith tiró la pistola. Todas miraban perplejas, entre ellas Rita.

Se levantó y se fue hacia la niña, que agarró de la mano. Adler simplemente agarró la pistola y se fue de el barracón sin decir nada, entre la miseria y la vergüenza y con un horrible dolor en el corazón. Él solo acababa de matar los años junto a Edith y no se sentía orgulloso de ello. Tanto dolor para acabar así.

Al entrar a su habitación, se tumbó en la cama y se puso el sombrero en la cara. Se oían pequeños lamentos de tristeza entre gritos de asco y arrepentimiento. Esa noche no pegó ojo, dando vueltas de un lado a otro, sin pensar en nada, pero no fue el único movimiento de esa noche.

Laboratorio de Mengele, 1 y media de la madrugada

Extrañamente, Mengele seguía en su laboratorio. La luz estaba encendida y se podían oír pasos y una melodía, por lo cual Edith se acercó a el lugar.

Al entrar por la puerta, pudo verle, como observaba a una mujer atada y amordazada, ademas desnuda. Se veía su ansia y su mal interior, aunque la presencia de Edith le hizo parar. La miró y se acercó a ella enfadado:

- ¿Que haces a estas horas de la noche, judía?- a lo que Edith respondió inexpresiva:

- Sé quien mató al oficial que me violó.- De repente Mengele comenzó a reír y se alejó hacia la chica atada, que gritaba por ayuda. Al dedicarle una sonrisa y una leve caricia, le clavó una sierra en el cráneo, quedándose encajada. Giró la cabeza tétrica mente y:

- Enséñame a la pobre criatura.-

1945Donde viven las historias. Descúbrelo ahora