Memorias

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22 de enero de 1944

Tal como había deseado, Adler salió de su cama y se puso el uniforme del campo. Esas botas, chaqueta y pantalón de ese verde casi marrón le repelía, pero la gorra le hacía sentirse un asesino como ellos.Se sentía mal desde que asesinó a ese pobre señor, pero se había prometido para perdonarse, de hacer todo lo posible para salvar a Edith y a Rita.

Cogió el peluche y se lo metió en la chaqueta. Salió de la habitación y se dirigió a el barracón, pasando por todo el campo, viendo muerte, enfermedad. Se alejaban de él aterrados, haciéndole sentir aún peor.  Algunos ni andaban, se quedaban en medio del camino y con sus delgadas manos, se tapaban la cabeza, con miedo a morir. Era simplemente un pasaje del terror, que se quedó marcado en la retina de Adler durante mucho tiempo.

Mientras tanto, Edith estaba en el barracón junto a Rita, tumbada en la litera de madera. Estaban solas, ya que el doctor no dejaba a Edith que se moviera del barracón para trabajar.

Rita miró a Edith, que se retorcía en la madera, dando gemidos de incomodidad, a lo que Rita preguntó:

- ¿Te pongo algo para estar más cómoda?- Edith asintió, diciéndole que no saliera del barracón. Al recibir la orden, saltó de la litera y se fue por el pasillo. Miraba hacia los lados pero no encontraba nada. Edith sacó de el bolsillo de su camisón la foto de su familia, que se encontró de casualidad al llegar a Auschwitz. Dio una pequeño sonrisa que se volvió en lágrimas.

- Espero que estéis bien.- dijo entre sollozos. Se puso la foto en el pecho y justo llegó Rita con un poco de paja entre las manos. La puso en la madera y fue a por más, pero en medio camino la puerta se abrió. Rita pegó un grito que hizo a Edith levantarse. Empezó a sudar al ponerse enfrente del hombre y con todas sus fuerzas gritó:

- No la toques, por favor.- la niña salió corriendo hacía Edith poniéndose detrás de ella. El hombre se acercó, mientras que ellas se alejaban poco a poco, respirando agitadas y temblando, aunque su voz las hizo parar en seco:

- Edith. Soy yo.- Edith se quedó paralizada, con los ojos como platos y la boca abierta. Era Adler.

Se acercó hacia él y sin miedo le abrazó lo más fuerte que podía. Puso su cabeza en su pecho. Adler la observó impactado: había cambiado en todo el tiempo que había pasado. Estaba tan delgada y sucia. Se podían ver sus costillas que se marcaban en el camisón y su mandíbula se marcaban aún más. Le acariciaba muy suave, con miedo de hacerle daño.

- Han pasado tantas cosas... Han ido cada vez a peor Adler.- Se quedó mirándole y seriamente dijo su gran terror en ese momento.- Estoy embarazada, Adler.- Se soltó de ella y tocó su tripa. Supo en el momento quien fue el que le hizo eso.

- ¡Ese cabrón!- Se agarró de la litera y la hizo tambalear, haciendo caer un cuerpo de arriba de la litera. Los tres se quedaron mirándola:

- Estaba tan bien ayer...- razonó Rita, que aún seguía agarrada a Edith del miedo. Al oír su voz Adler se acercó a Rita y la abrazó, pero aún así la niña seguía temblando.

- No le gusta ese uniforme, creo que a ninguno de este lugar.- dijo Edith para aclararle las dudas, pero Adler respondió algo distinto.

- Ayer un señor me dio esto.- sacó al peluche y se lo puso en las manos a Edith. El tiempo volvió atrás de repente.

27 de agosto de 1931

Las luces apagadas, simplemente el alumbre de unas velas que hacían que se pudieran ver entre ellos. Un pequeño tarareo de la familia hacia el más pequeño, que al terminar, se llenó de aplausos orgullosos hacia él.

- Pide un deseo enano.- El niño cerró los ojos y unos segundos después apagó las velas. Otra ronda de aplausos mientras que la madre encendía las luces.

Al girar la cabeza hacia Edith, el niño se llevó una sorpresa: entre sus manos sostenía un oso de peluche. Abrió la boca feliz y cogió al peluche.

- Lo hemos hecho entre todos Joseph, y mira.-Edith cogió la pata del peluche y le enseñó su nombre que estaba ahí bordado.- Asi todo el mundo sabrá que es tuyo.- Cogió a su hermana de la cintura y dando pequeños saltos le dio las gracias.

-Eres la mejor hermana del mundo. Te quiero.-

- Yo a ti también, Joseph.-

Presente, Auschwitz

Al tocarlo, no pudo remediar, empezar a llorar. Rita se abrazó a ella para socorrerla y preguntando que pasaba.

- ¿De donde lo has sacado?.- preguntó a Adler, mirando a los ojos, destrozada y con el pensamiento en su hermano.

- Me lo dio un señor, que iba con bastón. No se como llegó a él, ni como te conocía. Lo mataron después de dármelo - Edith empezó a tocar el peluche hasta que dio un pequeño grito de dolor. Se había cortado con algo de detrás del muñeco. Adler se acercó a él para cogerlo, pero al llegar, Rita lo cogió. Observó detenidamente la,zona que estaba con unas gotas de sangre e incrédulamente dijo:

- Lo han cosido por aquí.-Ahora sí, Adler cogió el peluche y efectivamente, era correcto lo que había dicho Rita.

- Chica lista.- miró a la niña y le dio un guiño mientras se dirigía a una litera.

Puso al muñeco en la madera y con ayuda de una pequeña navaja que llevaba, abrió la costura. Por dentro encontró algo sorprendente. De este sacó un pequeño cuaderno, que contenía las iniciales: JP, las iniciales de el hermano de Edith.

- Es el cuaderno del colegio de mi hermano.-Lo reconoció al instante y al segundo lo agarró. Abrió el cuaderno.

En la mitad de este había sumas, restas, ya que era su cuaderno, pero después se encontraban fotografías de Edith y su familia, que él había dejado ahí. Además, entre ellas, había una pequeña nota, que no dudó en abrir.

Para Edith:

Hola hermana, los guardias del campo nos han dejado escribir una carta, que después mandarán a Berlin para ti. Estamos en un campo, donde no se vive muy mal. Hay literas y papá y yo estamos muy apretados, pero no se duerme mal. Hablando de papá, ha empeorado desde que llegamos. Tiene muy mala cara y ya casi tiene el pelo entero blanco, pero eso supongo que será por la edad, que sesenta años se dice pronto. Además, ha adelgazado mucho y empezó a no poder andar con la pierna izquierda. Al mejor le han dado un bastón para poder mantenerse.
Por cierto, espero que estes bien con Adler por allí en Berlín, se ve que es buena persona.
Te quiero hermana

Joseph Pfeffer

Edith miró a Adler llena de ira, temblando y respirando entrecortadamente.

- Edith, ¿que pasa?.- dejó el cuaderno y se apoyó en la litera a punto de desmayarse. Respondió de forma simple y sin rodeos.

- El hombre... que tenía el peluche... era mi padre.- A Adler se le paró el corazón por unos segundos. No podía ser... Toda su conciencia y su propio perdón se vinieron abajo. Esas palabras resonaban en su cabeza como campanas que anunciaban un principio del fin:

Había matado al padre de Edith

1945Donde viven las historias. Descúbrelo ahora