Judas

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Adler se levantó por la mañana. Estaba indeciso. No sabía qué hacer. Él no cumplir con las órdenes de la Gestapo podía hacer que la vida suya, de sus padres y de Edith. Miró a Edith. Le daba pena. Giró a la ventana. La abrió y miró las vías. Un tren se acercaba. Eran esos trenes con gente. Ahora sabía adónde iban. Se imagino a su familia ahí dentro. Estaban silenciosos, no hablaban. Solo le miraban a él como un culpable. También a Edith, que estaba apoyada en su hombro. Se podían dirigir a su muerte. Adler decidió. Estaba preparado. Iba a hacerlo.

Unas horas después, Edith se despertó. Le dolía la cabeza de la caída. Tenía una pequeña brecha. Seguramente, Adler la había recogido. Se quedó en la cama, con los ojos cerrados. En unos minutos, se levantó de la cama. Fue a la cocina a tomarse una manzana. Salió afuera. Se sentó en el bordillo  de la puerta. No pensaba en nada. Hasta que vio algo en el horizonte.

 Parecía Adler. Se acercó a ella. Ella se levantó.

- ¿Donde estabas.- preguntó Edith.

Él se acercó a su oído y le susurró.

- Lo siento mucho Edith.- La besó en la mejilla y se quedó al lado suya. Entonces cuatro personas se acercaban a ella corriendo. Sabía lo que pasaba. Intentó huir, pero Adler la agarro de los brazos. Edith le miró, con cara de pena y odio. Él inexpresivamente.

Ya estaban delante. Adler la empujó hacia ellos. Uno de ellos le dio una bolsa a Adler. La abrió.
- Está todo.- dijo el señor.

Adler se metió dentro y cerró la puerta. La había traicionado como Judas a Jesús. Edith no se intentó escapar. Miró a la casa por última vez. Cerró los ojos.

El próximo capítulo " Llegada" llegará pronto

1945Donde viven las historias. Descúbrelo ahora