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"You'll believe God is a woman"
Mírate HoSeok, intentas negarlo, pero yo sé que a ti (sí, a ti) te encanta como me muevo. Te aferras a mis caderas y gruñes desesperado por más mientras mi cuerpo está sobre el tuyo. Mírate, te encanta como te toco.
Vaya, vaya, querido mío, mi único, cuando todo esté dicho y echo...creerás que dios es una mujer.
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Veo que me miras Hoseok, veo que me deseas, me necesitas. Quieres estar conmigo y yo lo siento después de la medianoche. Esa sensación, es una sensación que no puedes evitar.
Y tú, mi único, sabes que esta sensación perdura y no se detiene hasta que hemos terminado, hasta que te descargas en mí, hasta que me vuelves tuya. Hasta que me ves como una diosa, como tu diosa, porque cuando terminamos me miras y sé que crees que Dios es una mujer.
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-¿Entonces...?
-No quiero perder el tiempo, Hoseok- te miré fastidiada.
-Y no lo perderás, hermosa- me besaste apasionadamente dejándome con ganas de más –Sabes todas las cosas que puedo hacerte.
-¿Qué puedes hacerme o que yo puedo hacerte?- te reté.
-Vaya, Manoban- reíste –No tienes una mente cerrada.
-Tómalo como quieras, cariño- pestañeé con coquetería –Y puedo asegurar que tu sabes cómo lo quiero- acaricié tu abdomen sugestivamente.
-Cuando quieras, como quieras y donde quieras, Manoban ¿lo tomas o lo dejas?
-Chico, me gusta que no tengas miedo- me levanté y te extendí la mano.
-¿A dónde vamos?- te hiciste el tonto.
Te llevé hasta la habitación y te lancé en la cama fuertemente.
-Venga nene, recuéstate y oremos.
-¿Quieres rezar, Manoban?- alzaste una ceja.
-Nop- me mordí el labio inferior –Te diré cómo lo quiero- me quité la camisa y la lancé a un lado de la habitación, acto seguido me desabroché el sujetador y también lo lancé dejándote a mi vista mis pequeños pechos, me sentiría cohibida ante el poco tamaño de no ser porque sé que te encantan.
Me tomaste de las caderas y me colocaste sobre ti para besarme y acariciar mis pechos con fuerza haciéndome jadear.
-Eres hermosa, Manoban- besaste mi hombro –Me encantas- gruñiste contra mi cuello –Piénsalo, Lalisa, piénsalo.
-¿Qué?- pregunté aturdida.
-Dame una oportunidad- me miraste a los ojos -...Y puedo ser todo lo que me dijiste que no fuera.
-No entiendo, Hoseok- mordí mi labio y enredé mis dedos en tu cabello negro y suave.
-Puedo ser tu amigo- apartaste mi flequillo rubio y besaste mi frente -, tu novio- besaste mi mejilla -, tu amante- besaste mi cuello -, incluso tu hombre, tu esposo- besaste mis labios con ternura.
-Deja las cursilerías, Hobi- me sonrojé pero oculté mi rostro en tu cuello y lo besé y mordisqueé desconcentrándote.
-Oh... Lisa...- jadeabas como loco mientras mis caderas se restregaban contra tu gran erección. Mi falda estaba arremangada hasta mi cintura y mi entrepierna solo se cubría por mi ropa interior. Sé que pudiste sentir mi humedad a pesar de la tela del pantalón.
-T-t-tienes mucha ropa, Hobi- murmuré mientras me apartaba de ti y me sacaba la ropa que me quedaba y veía como te sacabas la ropa lentamente frente a mí. Me mirabas con deseo incluso ternura, en ese momento yo era tu Dios, la única a quien le debías lealtad y devoción, la única capaz de mostrarte el cielo y el infierno.
Ves el universo a través de mí, en ese momento todo tu universo era yo, todo estaba en mi cuerpo, todo estaba en mí.
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-Lalice...- un fuerte jadeo salió de tus labios cuando arañé suavemente tu pene con mis dientes. . –Lis, nena... Ah, mierda...- gemiste mientras pasaba la lengua por el glande para después introducirlo por completo en mi boca –Joder...- una de tus manos estaba sobre mi cabeza acariciándome el cabello con delicadeza.
Me apartaste de ti antes de venirte y besaste ferozmente mis labios. Me colocaste sobre ti a la altura de tu boca y alzaste la mirada para observar mis ojos fijamente:
-Eres preciosa, Lalice- observaste mi intimidad y te relamiste los labios. Sin dejar de mirarme a los ojos, pasaste tu lengua por mi sexo ganándote una mueca de placer.
-Ahhh...-gemí al sentir tus labios y tu lengua del pelinegro sobre mi sexo –H-h-hoseok... ah... Hobi-i- seguí gimiendo.
De repente te separaste de mi y me colocaste sobre tu miembro para besar mis pechos mientras yo arqueaba la espalda al sentirte completamente dentro de mi.
Comencé a subir y bajar rápidamente sobre ti, pero de repente me tomaste de las caderas y me detuviste:
-Podemos hacer que esto dure, Manoban, ve despacio- besaste mi cuello –Quiero disfrutarlo.
Y así comenzaste a moverme con cuidado y cariño, cerrabas los ojos con fuerza y pequeños jadeos salían de tus labios entreabiertos con cada centímetro que te adentrabas en mí.
Eres diferente al resto, Hoseok, sabes perfectamente como lo quiero.
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-Vaya, Manoban, no tienes una idea que lo mucho que lo disfruto- gruñiste en mi oreja mientras acariciabas mi espalda.
-Uhm...- suspiré besando tu pecho.
-¿Qué crees de mi propuesta?
-¿Cuál...?
-No te hagas la tonta- besaste mi frente.
-Venga, Hobi- te miré a los ojos –Si te confiesas puede ser bendecido- me miraste confundido –Dime lo que sientes y veré si te mereces lo que viene después.
-¿Ah sí? ¿Y qué vendría después?- me acomodé y te miré a los ojos, los tuyos tenían un brillo especial.
-Yo, completamente, yo siendo toda tuya- besé tu mejilla y me levanté rápidamente.
-¿A dónde vas Manoban?- sonreíste.
-A vestirme, Hobi- te guiñé un ojo –Nos vemos mañana para salir a cenar ¿quieres? Invito yo- le envié un beso –Te espero en mi casa.
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Sí, Hobi, desde ese día supe que a partir de ese momento creerías que Dios es una mujer.
