1. Amoris

750 56 6
                                    

Pista de audio: Among the stars - Louis Viallet.

Aeternum jugaba con un calamar bioluminiscente, tan pequeño como las burbujas que su padre solía soplar

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Aeternum jugaba con un calamar bioluminiscente, tan pequeño como las burbujas que su padre solía soplar. Le encantaba verlo, tocarlo, jugar con sus diminutos tentáculos. Sentía cosquillas mientras el animal nadaba cerca de sus branquias. Reía y movía su cola con alegría. Pero cuando el curioso espécimen se alejó, perdiéndose en la penumbra hasta desaparecer, la verdad lo abrumó.

Hacía frío, aunque no más que durante una noche de corrientes. Casi no había luz, el agua estaba turbia, resultaba difícil respirar. Se preguntaba en dónde estaría.

Aeternum se abrazó a sí mismo, nervioso, acariciando las aletas que nacían de sus antebrazos. Lo último que recordaba era una dulce melodía llena de cariño. La canción de mamá.

Al rememorar esa figura de amor, al percibirse lejos de ella, sintió que algo lo aplastaba por dentro. Una emoción, un dolor causado por el miedo al desamparo. No tenía edad para cuestionárselo, ni tampoco para comprender lo que sucedía. Él sólo quería a mamá.

Sus branquias se expandieron, filtrando agua, expulsando dolor. Los músculos de su pecho se contrajeron, como un irrefrenable reflejo que anulaba toda cordura en su alma. Y lloró.

Pero Aeternum no lloraba a través de sus ojos, aunque lágrimas brotaran de estos, correspondiendo al legado humano del que su cuerpo estaba dotado. Aeternum lloraba con el corazón.

Quería a su madre para abrazarla, para sentir sus acanaladas escamas acariciando su piel o su dulce aleta meciéndolo al ritmo de los sifones. Si no era ella, entonces a su padre, quien jamás lo abandonaría en un lugar como ese. Los quería a ambos. Tenía hambre, tenía frío, tenía miedo.

Inundado en un mar de dudas, Aeternum agitó su cola. No había corrientes, no había sonido alguno además del trepidar de las rocas, devolviendo el sonar de su propia presencia. Nadaba desesperado, buscando un atisbo de esperanza. Lloraba, pequeño e indefenso, solo, abandonado en un abismo de oscuridad, esperando encontrar el camino de vuelta a su hogar.

«Blink». Una luz brilló, parpadeó.

Aeternum la miró, frotando su pecho para calmar el llanto. La observaba con dolor, con miedo y preocupación.

«Blink». Otra vez.

Esa luz seguía parpadeando, lo llamaba, lo atraía.

Curioso, y entre sollozos, nadó hacia su origen. Aún sin saber qué hacía, en su mente, en sus recuerdos, la imagen de su madre sonriendo lo impulsaba a continuar.

Finis vitae sed non amoris. La vida termina, mas no el amor. Palabras que se plasmaban en el destino que, Aeternum, tendría que descubrir.

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
El AtlanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora