D A R S H A N

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Doscientos hombres se necesitaron para apagar el incendio en el Salón del Trono, pero sólo uno para hacer dormir al sacerdote rojo.

Darshan Fuegoscuro estaba bordeando la parte baja de la playa, cerca de la Puerta del Lodo, con las botas embarradas y con la mierda hasta las piernas, buscando al rey en las alcantarillas, cuando consiguió divisar en lo alto del cielo, la retorcida columna de humo rojo que subía desde la Colina Alta de Aegon.

Había dejado a sus hombres concentrados en la búsqueda mientras a lomos de su caballo había vuelto a galopar dentro de la ciudad. La Compañía del Agua ya había comenzado a mover sus fuerzas y la guardia de la ciudad ya había cortado los caminos y las avenidas para que ningún noble o comerciante entorpeciera la ayuda o aumentase el caos, generando más accidentes que pudieron haber costado más vidas.

O que el incendio se hubiese propagado por toda la Fortaleza Roja.

Recordaba con fiereza el calor de las llamas cuando intentó acercarse a las escalinatas que daban lugar al edificio del salón del trono y el esfuerzo que tuvo que hacer para controlar el caballo cuando levantó sus patas desesperado. El fuego iluminaba intensamente las visagras de las grandes puertas y los ventanales principales como si el sol de la mañana, blanco y mortal, hubiese estado iluminando desde dentro la estructura, cuando en realidad, la madre luna estaba alta en el cielo y las estrellas sucias del humo de la hoguera.

Ser Andy Blackwater, el hijo menor del castillo de Stokeworth, estaba al mano de la primera cuadrilla de hombres con los que Darshan se encontró. Desplegaban los carromatos con agua alrededor de la fortaleza, en búsqueda de alguna entrada segura que parecían no encontrar.

Tres puertas principales permitían el acceso al Salón del Trono, siendo la primera de ellas la que tenían en frente, las Puertas Reales; la segunda era la Puerta de la Guardia, que se dividía en dos acceso por la parte posterior al trono, por la que los hermanos juramentados y el mismo rey hacían su entrada; y la última era la Puerta de la Corte, que era el camino que conectaba con el patio principal de la Fortaleza Roja, cuyo paso estaba permitido únicamente a sus moradores.

Aunque las capas doradas habían abierto el acceso a la Fortaleza, ya que desde las escalinatas había alcanzado a vislumbrar a través de los edificios, el destello de las llamas en los barrotes levantados de la reja de uno de los caminos pequeños, pronto había comprendido que Ser Blackwater no avanzaba porque no conocía ningún camino en Desembarco del Rey. El muchacho había vivido en las afueras de la ciudad, pero había iniciado su juventud al otro lado del Mar Angosto, en donde había conseguido hacerse un nombre y regresado para plantar futuro en la Capital.

Darshan había dado la orden en voz alta de correr a la Puerta de la Corte, lo suficiente para que los encargados de los carromatos lo oyeran, pero mirando al chico para que cabalgara con él mientras los demás los seguían.

Darshan jamás se había topado con tan extraña situación en que toda la ciudad, incluyendo el castillo, había parecido descansar en la profundidad de la noche, mientras parte importante ardía incontrolable en un muy caluroso y brillante fuego, acompañado de un silencio impropio de un incendio. Las calles y callejuelas estaban despejadas y ni los guardias tocaban las alarmas o pedían gritos de ayuda. Era como si el mundo entero hubiese corrido a esconderse.

Al pasar por el primer arco de entrada al pasillo de la primera Puerta de la Corte, Darshan tuvo que bajar del caballo que había vuelto a encabritarse, al igual que el de su acompañante. Desde ahí no había ningún rastro de fuego por ninguna parte ni se oía el siseo de las llamas lamer las piedras, pero el calor sí que había viajado por los corredores y sofocando con delicadeza el aire dentro.

Ambos habían comenzado a correr bajo la luz de las antorchas y con las manos en los pomos de las espadas, cuando notaron que continuaba siendo insoportable avanzar, aun cuando se habían desprendido de las armaduras. Entonces Fuegoscuro recordó las escaleras que llevaban hasta las altas galerías del Salón del Trono, por donde los caballeros del agua podían derramar el líquido, y retrocedió para comprobar la posibilidad.

PONIENTE I : Hielo y FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora