Capítulo 14: Adaptación al mundo laboral

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Unas semanas antes de graduarme y titularme oficialmente como profesor, ya había asistido a mi primera entrevista de trabajo. Me la había conseguido mi madre, así que iba muy tranquilo porque no tenía nada que perder. Además, como era un contacto muy cercano a ella, me sentía muy seguro de que me iría bien y que terminaría trabajando ahí. Sin embargo, a medida que iban pasando las etapas de las entrevistas y con el objetivo de no exponer mi tartamudez, comenzaba a sentirme paulatinamente más nervioso e inseguro.

Recuerdo que durante la entrevista con el psicólogo estaba muy nervioso, principalmente por el tema de mi tartamudez. Intentaba hablar lo menos posible, para así evitar preguntas incómodas (sobre mi tartamudez) que pudiesen demostrar mi inseguridad. Toda mi familia me había recomendado comportarme como una persona segura y con confianza en mí mismo, ya que si me notaban seguro de mis capacidades no tendría mayores problemas para ingresar a trabajar. Sin embargo, sufrir episodios incómodos con mi tartamudez me impedía mostrarme seguro ya que al momento de hablar estaba exclusivamente preocupado de no tartamudear. Después de algunas preguntas del psicólogo, decidí comentarle sobre mi discapacidad. No me dijo nada, a pesar de que yo le afirme que esto no sería un obstáculo para hacer clases.

Luego de reunirme con el psicólogo, la directora y finalmente con la jefa técnico profesional (UTP) del establecimiento, me ofrecieron 44 horas y una jefatura de educación secundaria. Me fui muy contento, ya que me habían calculado incluso el sueldo que ganaría, lo que por ser mi primer trabajo superaba con creces mis expectativas salariales. Al día siguiente me llamaron para que fuese a entregar los documentos necesarios para confirmar mi ingreso al establecimiento, pero sin embargo durante la reunión la directora me comentó que tras conversar con UTP habían reconsiderado mi situación y sólo tenían para ofrecerme 20 horas (ahora sin jefatura). Como no tenía experiencia laboral y sabía que la situación para los profesores era muy difícil, igualmente quedé muy contento por lo que acepté sin dudarlo.

Era un colegio particular subvencionado de la comuna de Maipú, perteneciente a una de las sociedades sostenedoras más importantes del país. Según las opiniones que había escuchado era una excelente institución educativa para comenzar a trabajar, ya que el ambiente laboral era muy grato y los estudiantes, respetuosos y responsables. Por estos motivos, estaba muy contento y entusiasmado, por lo que me proyectaba por mucho tiempo ahí. Según lo que me comentaron en aquella entrevista, le haría clases a dos niveles de educación primaria, lo cual me había dejado bastante tranquilo ya que durante una de mis prácticas profesionales en la universidad había trabajado con esos cursos y la experiencia había sido excelente.

Durante mi primer día laboral estaba muy nervioso, a pesar de que aún no entraban los estudiantes. Como no conocía a nadie, me acerqué a otra profesora que también era nueva en el establecimiento, así que con ella fue con la primera persona que conversé. Luego de un par de minutos, me di cuenta que ella venía por el mismo cargo mío y que la habían contratado por la carga horaria que a mí me habían rebajado. Con el tiempo, entendí que había dejado una muy mala imagen en la entrevista de trabajo, pero como venía por "recomendación" igualmente me dieron la oportunidad para trabajar ahí, pero por la mitad del horario disponible.

Durante el transcurso de los primeros días fui muy bien acogido. Tuve la suerte de tener excelentes colegas, que me apoyaron y aconsejaron en todo lo que necesitaba. Me guiaron en todos los aspectos administrativos que desconocía y cuando necesitaba algo en particular, me indicaban amablemente donde debía acudir. Ese proceso de adaptación fue bastante complejo, ya que me di cuenta de todos los aspectos que no me enseñaron en la universidad y que son esenciales dentro del quehacer docente cotidiano.

La adaptación con los estudiantes también fue bastante difícil. Durante mi formación universitaria, mis profesores nos aconsejaban que la primera clase era la más importante, ya que el profesor debía mostrarse firme y autoritario, porque esta era la única manera para que durante el resto del año los estudiantes respetaran la autoridad del profesor. Por este motivo, es que durante las primeras semanas de clases actúe bastante estricto, imponiendo la disciplina a través del miedo y el castigo. No obstante, como lo detallaré más adelante, durante el transcurso de las semanas fui modificando mi comportamiento dentro del aula, adoptando paulatinamente un rol más cercano y comprensivo con los estudiantes.

Con los apoderados no tuve mucha relación durante las primeras semanas. Aun así, recuerdo que mi primera entrevista con un apoderado fue bastante tranquila y agradable, ya que logré controlar la situación, por lo que la tartamudez prácticamente pasó inadvertida. Sentía inseguridad, ya que temía que debido a mi juventud e inexperiencia me invalidaran y cuestionaran mis capacidades profesionales. Sin embargo, en la mayoría de las ocasiones tuve la fortuna de entrevistarme con apoderados empáticos que respetaban totalmente el rol del profesor.

En relación con el equipo de gestión (dirección, UTP e inspectoría) mi proceso de adaptación fue muy positivo. Nunca tuve problemas con ellos, ya que en general intentaba cumplir con todos los aspectos administrativos y formales que me exigían. Además, como había ingresado al colegio "por un contacto cercano", siempre sentí que me trataban de una manera especial, ya que me acogieron e integraron muy bien.

Relatos de un profesor con discapacidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora