Era el segundo día de clases, estaba en la sala de profesores durante una de mis horas complementarias de trabajo docente cuando se me acercó la directora diciéndome que mi carga horaria había sido modificada, por lo que debía inmediatamente tomar un nuevo curso. Era un curso de secundaria y cuando me dirigía a la sala, estaba aterrado. Nunca estuvo dentro de mis expectativas enfrentarme tan pronto (recién egresado) a este nivel educativo y aunque en la práctica profesional ya había trabajo con este nivel, no tenía nada preparado. No sabía qué hacer.
Ese día fue un desastre. Como estaba nervioso, me presenté como un profesor exageradamente autoritario y encaré a un estudiante que reía mientras me expresaba al curso. Alcancé solamente a comprobar la asistencia y entregar los contenidos que trabajaríamos durante el año. Luego me senté y esperé con mucha ansiedad que terminara la clase. Me fui muy triste pero sabiendo que tendría un gran desafío por delante.
Después de unas semanas, recuerdo perfectamente el momento en que hablamos sobre mi discapacidad. Era el último bloque del día viernes y faltando unos minutos para el término de la jornada, conversamos sobre mi tartamudez. A través de un discurso motivador, les comenté que jamás permitiría que uno de ellos dijera que no podía alcanzar sus sueños, porque yo era el mejor ejemplo de no rendirse. Les conté que mi problema me acompañaba desde mi niñez y que a pesar de todos los obstáculos había escogido ser profesor. Por esto, jamás permitiría que un estudiante dijera que no comprendía un contenido o que jamás le iría bien en alguna asignatura. Me aplaudieron y dijeron que no me preocupara, en la medida en que para ellos mi habla no era un inconveniente al momento de estar en clases. Desde ese día, las cosas cambiaron completamente. Me encantaba hacer clases en ese curso y con ellos mantuve una relación muy especial.
Sobre mi tartamudez, recuerdo dos episodios muy significativos. Un día, en uno de los cursos estaba explicándoles a dos estudiantes las instrucciones de un trabajo cuando me costó exageradamente pronunciar una palabra. Una niña comenzó a sonreír, a lo que su compañera le llamó la atención discretamente diciéndole que no se burlara. En otra oportunidad, estaba en un curso de primaria explicando unos contenidos cuando me costó en demasía pronunciar una palabra. Algunos estudiantes sonrieron y otros me siguieron mirando con atención sin hacer ningún gesto especial. En ambos casos, pude apreciar la manera en que los estudiantes me integraban y aceptaban.
Durante el año, jamás me sentí discriminado por ellos. Los estudiantes nunca se burlaron y aunque en ocasiones sonreían, jamás lo interpreté como algo personal. Hay algo que hoy día tengo muy claro y es que los niños en general me aceptaron y no me marginaron en ninguna ocasión. Puedo afirmar por experiencia personal que para los niños no es un tema relevante si el profesor presenta alguna discapacidad, ya que poseen un alto sentido de empatía.
A diferencia de los estudiantes, creo que para los adultos (apoderados, colegas y equipo de gestión) la tartamudez era un tema inhabilitante dentro del ejercicio docente. Sentía que cuestionaban mis capacidades profesionales constantemente, especialmente apoderados y equipo de gestión. Creo que el tema de la disciplina es muy importante dentro del contexto escolar, pero aquella relacionada con la imposición, el miedo y de la autoridad. Por ese motivo, es que un profesor con discapacidad es cuestionado: no se comprende, como un profesor en esa situación, podría mantener el orden y la disciplina dentro del aula.
Sin embargo, como lo explicaré en detalle más adelante, la disciplina no solamente es posible conseguirla a través de amenazas y castigos. En mi situación, comprendí que es posible mantener el orden y un ambiente adecuado para el aprendizaje sin la necesidad del "miedo a la autoridad" que comúnmente domina las escuelas, sino que a través del afecto y el cariño mutuo.
En general, dentro del aula la tartamudez no se transformó en un impedimento en mi quehacer profesional. Sólo cuando conversaba con un estudiante en particular, sentía que me costaba pronunciar algunas palabras, no así cuando me dirigía al curso en general. Por ejemplo, no tenía mayores inconvenientes cuando entregaba las instrucciones de una prueba. Sin embargo, cuando un estudiante levantaba su mano para que le respondiese una pregunta de forma individual, sí me costaba levemente hablar.
No obstante, fuera de la sala de clases mi tartamudez se transformó en un obstáculo que no logré superar nunca. Por ejemplo, dirigirme a un integrante del equipo de gestión o dar mi opinión en algún consejo de profesores lo intentaba evitar lo mayor posible. No quería evidenciar mi discapacidad, para evitar ser juzgado por los directivos y colegas. La situación se mantuvo durante todo el año, ya que como no tenía "asegurado" el cargo para el siguiente año, evitaba demostrar mis supuestas "debilidades".
En este contexto, me enfrenté por primera vez a la evaluación de clase realizada por la jefa de UTP. Era el último bloque de un día viernes y debía hacerle clases al curso de secundaria. Aunque comencé algo nervioso, los estudiantes se comportaron sumamente empáticos conmigo. No hablaron y procuraron en todo momento mantener el orden, además de participar activamente en todas las actividades que realicé, lo que demostraba el afecto y cariño que sentían por mí. Querían que me evaluaran satisfactoriamente. La clase fue perfecta y el tema de mi tartamudez no se evidenció en ningún momento. Estaba seguro, ya que me encontraba donde me sentía más cómodo: la sala de clases.
Posteriormente, me reuní con UTP para conversar sobre mi evaluación. Ella me comentó que había quedado muy satisfecha con mi desempeño, ya que se notaba que los estudiantes me respetaban. Al terminar, le comenté sobre mi tartamudez y ella me dijo que no era necesario hablar de ello, porque no había sido un tema relevante dentro de mi quehacer docente. Luego de esto, quedé muy contento con mi desempeño profesional y porque confirmé que mi tartamudez no influía en la sala de clases.
ESTÁS LEYENDO
Relatos de un profesor con discapacidad
Literatura FaktuLa Organización Mundial de la Salud (OMS) afirma que la discapacidad es parte de la condición humana y que prácticamente todas las personas tendrán en algún momento de sus vidas algún tipo de discapacidad, temporal y/o permanente. En la actualidad...