Capítulo 4: Mi paso por la escuela primaria

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Al recordar mi paso por el colegio se me vienen a la mente una infinidad de recuerdos y emociones gratificantes que no hacen más que reafirmar que durante esos años de mi formación académica fui un niño feliz en todo el sentido de la palabra.

Mi madre era profesora hace muchos años en aquella institución por lo que mi hermano mayor y mis primos estaban estudiando allí. Por este motivo es que yo me sentía una persona muy querida dentro de la escuela, debido a que era conocido por todos como 'el hijo de la profesora', lo que me permitía recibir un trato especial de todo el personal del establecimiento. Recuerdo que todos los días entraba a la sala de profesores y todos me saludaban con mucho afecto, haciéndome sentir muy bien. Tenía libre acceso a todos los rincones del colegio, desde la sala de computación hasta algunos lugares donde los demás estudiantes tenían prohibido estar.

Esta situación generó en mí una tranquilidad para desenvolverme en todas las situaciones en las que me veía expuesto, resaltando un extraño interés por participar en actos y ceremonias en que me presentaba a toda la comunidad educativa. Recuerdo bailes, cantos, desfiles y todo tipo de actuaciones en las que sin ningún pudor, lograba expresarme a cientos de personas, desde profesores hasta estudiantes. Mi discapacidad no era un impedimento para desenvolverme públicamente, lo que incluso me ha hecho cuestionarme si realmente sufría de algún trastorno médico durante esta etapa de mi vida.

En segundo básico recuerdo haber sacado el primer lugar por mis calificaciones, lo que me significó una medalla de reconocimiento. Era el último día del año y la sala de clases estaba repleta de mis compañeros, sus padres y la profesora jefe. Todos me aplaudieron al momento de recibir la medalla. Me sentía feliz y completamente orgulloso de mi mismo.

Durante cuarto y quinto básico, recuerdo haber salido electo por mis compañeros como presidente de curso. Era muy respetado y querido por ellos, por lo que yo mismo me sentía como un líder. Todas las semanas debía hablar frente a mis compañeros sobre los distintos temas que preocupaban al curso. A pesar de que era un cargo simbólico, me sentía muy importante dentro del curso mientras lo ejercía: me encantaba asumir la responsabilidad de liderar a mis compañeros hacía las metas que me imponía el cargo. En este contexto, tampoco recuerdo haber sufrido algún episodio traumático debido a mi discapacidad.

Por otro lado, durante esta etapa de mi formación escolar sentía que tenía muy buenos amigos. De hecho, no recuerdo haberme sentido tan cómodo con amigos como durante estos años. Asistí a muchos cumpleaños y ellos a los míos, por lo que tengo hermosos recuerdos en lo que respecta a estas amistades. Sin embargo, en la actualidad no mantengo contacto con ninguno de ellos.

Durante mi último año, me alejé de las presentaciones artísticas y me preocupé arduamente en subir las calificaciones, estudiar más tiempo durante los fines de semana y concentrarme en alcanzar una de las mayores metas que mi madre me había impuesto: dar lo mejor de mí para entrar a uno de los mejores colegios públicos del país. Tenía once años y comenzaba a vivir una nueva etapa de mi formación académica.

Relatos de un profesor con discapacidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora