Capítulo 21: Oscura Realidad, Perfecta Alucinación

20 3 5
                                    


Las cosas habían llegado a su límite, estaba segura de que las cosas ya no podían empeorar más de lo que estaban. Había perdido a mis amigos, mi martirio diario seguía, además de que podía volver a intentar suicidarme en cualquier momento y mis padres se habían enterado de mi juego del ahorcado, así que ahora tenia citas con un psiquiatra.

La verdad es que no culpaba a los chicos por hablar con mis padres, no, la culpa la tenia ese demonio que arruino mi vida. Ya ni siquiera puedo recordar cuando fue la última vez que fui plenamente feliz, ya no tengo ni una pizca de emoción, sólo soy un cascarón vacío, no soy ni la sombra de la chica que alguna vez fui.

En fin hoy es lunes, tengo cita con mi psiquiatra. Compadezco a mis padres, no se explican como cambie de la noche a la mañana, están desesperados por saber que es lo que me pasa, pero es obvio que no puedo decirles nada porque me ganaría un hospedaje de por vida en el manicomio. Si voy a la cita es sólo por ellos, dado que se que esto no se va a arreglar con una consulta psiquiatra, pues todos los horrores que he pasado son reales. Simplemente finjo una sonrisa delante de mis padres y les digo que me voy a recuperar, pero sólo es una mentira, no sé si podré salir adelante.

Sonreír es lo que más me cuesta, es como si me hubieran cocido la boca para obligarme a sonreír, duele demasiado, pero ¿como les dices a tus padres que su hija murió y que nunca volverá?. No puedo hacerles esto, ya les he hecho sufrir demasiado, así que sólo me toca fingir hasta que todo el sufrimiento se vaya. Estoy muerta por dentro, no soy más que un alma en pena, quiero dormir y nunca despertar.

Llego a la consulta, donde el doctor empieza a hacer las mismas preguntas de siempre. Apenas contesto algunas, pero sin embargo me callo la pregunta más importante de todas, ¿que fue lo que ocasionó mi cambio? O ¿que es lo que me perturba?. Yo sólo bajo la mirada y me niego a responder, por lo que el doctor procede a darme una charla sobre lo bueno que es desahogarse y cosas así, más no le presto atención en lo absoluto.

Me pierdo en mi mente intentando evocar los momentos en los que fui feliz, para así despejarme de mi sufrimiento. Al principio me cuesta un poco, pero finalmente lo logro, veo que el doctor mueve su boca aunque no puedo escuchar lo que dice y suspiro sintiéndome más tranquila. En realidad no estoy en el consultorio estoy en mi casa de L.A escuchando música en mi cuarto, me veo riendo con mis padres, saliendo con mis amigos, veo como cada uno de mis sueños se van cumpliendo poco a poco e incluso puedo verme tomada de la mano de un chico diferente a mis anteriores novios, un chico con el que vivir ese amor con el que soñaba desde niña. Podía visualizar mi futuro, uno en donde era feliz, justo como debería ser antes de que heredará esta maldición.

Ver todo esto me ayudaba a soportar todo lo que estaba pasando y los medicamentos psiquiátricos se habían vuelto como una droga para mí, pues hacían más vivido el futuro que había imaginado, las alucinaciones eran tan reales que casi podía tocarlas...

De pronto entre toda la neblina mental se escucho un ruido, mi perfecto paraíso se empezó a ver borroso hasta que desapareció por completo como si nunca hubiera existido. Había algo que mi mente no podía acallar, por más que lo intentará. Fui de vuelta a la realidad de un sólo golpe, como si me hubieran abofeteado. Estaba de nuevo en el consultorio y el doctor seguía hablando. Me tape los oídos, pero como siempre eso no servía, escuchaba pasos, golpes, gritos y rasguños en las paredes cada vez más fuertes; podía oír claramente como él se burlaba de mí y me llamaba loca.

En un momento no lo soporte más, me levante y empecé a lanzar cualquier objeto que tuviera a mi alcance hacia las paredes.

-¡Ya te escuche! ¡ya te escuche! ¡dejame en paz!- grité fuera de mí

En un parpadeo me di cuenta de que el consultorio estaba vuelto un desastre con cosas tiradas y rotas por doquier, junto con la mirada nerviosa del doctor. Lo siguiente que paso fue que sentí un pinchazo en mi brazo, que me llevo a un mar de calma del cual no quería salir. No podía moverme ni mucho menos hablar, pero no estaba tan ida como para no ver lo que sucedía a mi alrededor. Al parecer el doctor se había asustado por mi reacción agresiva hacia algo que solamente yo podía ver y por eso llamo a unos enfermeros para que me inyectaran un sedante, luego llamó a mis padres para comentarles la situación.

Al parecer mi estado mental estaba empeorando, así que lo mejor sería que me internaran lo más pronto posible. Mis padres rechazaron esa opción, dado que aún no se daban del todo por vencidos, por eso el doctor me recetó otro medicamento y si no mejoraba me internarían en el hospital. ¡Dios! Me habían recetado tantas pastillas que ya había olvidado cual es cual y no me las tomaba todas, sólo usaba los antipsicoticos más fuertes para olvidar, los demás como los calmantes los desechaba.

Así siguieron varios días con la misma rutina. Bebía mis medicinas, me encerraba en mi mente, aguantaba mi tortura, dormía pocas horas, comía muy poco o nada y si salía era al jardín para tomar el sol. Aveces escribía en mi diario como forma de desahogo, cada día era una lucha constante por no perder la poca cordura que me quedaba.


Cap fuerte y uno de mis favoritos me recuperaré algún día?. Voten y comenten please.

Att: Ana Schmidt de Henderson 

Dulce Maldición Donde viven las historias. Descúbrelo ahora