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Su madre sostuvo a su hijo desde los hombros, observándolo con una dulce sonrisa, un acto característico en ella. Tiene la mirada más amorosa y el toque más suave, pero no solo aquello; su madre es la persona más comprensiva que existe. Brinda una tranquilidad que no cualquier persona tiene, y sabe qué decir en los peores momentos. YoonGi le tiene mucho afecto.

Hijo mío, te ves tan guapo —Dijo ella con su hermosa voz, la cual acariciaba los oídos de su hijo como una suave brisa primaveral. Él rió—. Sook, cariño, ven a ver a tu hijo —Llamó la muchacha.

La mujer se acercó hacia su hijo para poder verlo junto a su esposa, esbozando una sonrisa. Acarició la mejilla del azabache.— Tienes razón. Estás muy lindo, YoonGi. Este año será temporada de caza —Comentó, divertida, sacándole unas risas al menor.

Ustedes están locas, me veo igual que siempre —Murmuró, restándole importancia. Sus madres siempre solían halagarlo con la intención de subir su autoestima, sin embargo, estos elogios solían incomodarlo a veces. No porque vinieran de ellas, sino porque le costaba creerlos.

Ambas rieron, y Hyun se acercó lo suficiente para poder depositar delicadamente sus labios sobre la frente del menor en la familia, dándole un dulce beso en ésta. Las únicas mujeres en la casa amaban mucho a su hijo. Desde que lo adoptaron, se prometieron a sí mismas y a Dios que lo protegerían por sobre todas las cosas, y que lo aceptarían fuera como fuera.

Por parte de YoonGi, estaba feliz de haber conseguido aquella familia. Fue enviado a adopción cuando tenía diez años luego de que su padre casi haya matado a golpes a su madre. Luego de esa tragedia, ella decidió fugarse a Londres mientras que su padre fue enviado a la cárcel, entonces no le quedó otra alternativa que ir al orfanato, dónde estas dos amables mujeres lo encontraron.

No mucha gente solía adoptar niños de su edad. Normalmente las personas preferían a los bebés, personas que pudieran cuidar desde los primeros años de su vida, sin embargo, ellas no dudaron ni un momento en integrarlo a su familia, lo cual lo hacía sentir un niño afortunado.

Disculpen, voy a salir a pasear un rato, necesito pensar —Avisó. Ambas mujeres asintieron y se dirigieron a la cocina mientras charlaban de cosas triviales. YoonGi se mantuvo observándolas hasta que las vio desparecer en el final del pasillo, y entonces salió de la casa con sus llaves tintineantes en mano.

Recorrió toda la cuadra que separaba su hogar de un pequeño negocio de comida rápida. No planeaba comprar nada de almorzar, sin embargo, quería despejar su mente un rato. Ese lugar le traía nostalgia porque allí iba con su antigua familia cuando sus padres salían del trabajo y ninguno tenía ganas de cocinar. Recordaba el aroma del pollo y las salsas de las pastas. Recordaba las risas y el vapor de los platillos humeantes. También recordaba los vestidos floreados de su madre y las chaquetas abiertas de su padre. Y no podía olvidar de sus shorts. Esos condenados shorts.

Se sentó en la primera mesa vacía que encontró, sin importarle que esta aún tuviera las sobras de los anteriores clientes. Miró las personas que almorzaban a su alrededor. Algunos andaban en familia, otros con amigos, y algunos solos. Éstos últimos se dignaban a mirar sus teléfonos o computadoras portátiles. Excepto una persona; y una muy especial. Solo que ésta no era una persona, sino un demonio con una envoltura muy bien hecha. Se miraron y sostuvieron sus miradas unos segundos antes de que la mesera se detuviera delante de la mesa de YoonGi.

¿Le gustaría ordenar algo? —Preguntó. YoonGi tragó saliva, susurrando inaudibles 'eh...', 'umh', 'bueno...', hasta que una voz lo interrumpe.

Nos gustaría ordenar una pizza de pepperoni —Tanto la mujer como YoonGi miraron a JungKook con sorpresa por su repentina aparición en la mesa, a lo que él respondió—: Él está conmigo.

La mesera asintió varias veces seguidas y tomó la basura sobre la mesa antes de retirarse, tras hacer una reverencia como despedida. YoonGi miró a JungKook, el cual lo observaba con una sonrisa ladina.— ¿Sabes? Jamás había tenido un acosador... —Contó, de repente. El azabache lo miró con confusión—. En parte me alegra que seas tú.

YoonGi negó con la cabeza, soltando una risa nerviosa.— Te equivocas, yo no soy un acosador, no te estaba–... ¿por qué me miras así? —JungKook lo miraba incrédulo. Su ceja derecha estaba elevada y su comisura, curvada levemente—. No me crees, ¿verdad?

Es mucha coincidencia que justo nosotros dos nos veamos en el mismo lugar, el mismo día, y al mismo horario, ¿no crees?

¿Y qué hay con eso?

Parece planeado.

¿Y qué pasa sin en realidad tú eres el acosador? Atacó YoonGi, sintiéndose ofendido. Jamás había acosado a nadie, y le parecía un impertinente por acercársele a juzgarlo de esa manera.

Aquí tienen la pizza, espero que la disfruten Habló la mujer sobresaltando a ambos muchachos, los cuales la miraron asustados. La mesera dejó el platillo sobre la mesa y se retiró sin decir una palabra.

YoonGi y JungKook se miraron en silencio.

Eres malo, Jeon Protestó, sintiéndose un niño al lado del castaño, el cual bufó antes de quitarle un pepperoni a la pizza y meterlo en la boca del contrario con brusquedad.

Cállate y come Impuso, y así fue como ambos continuaron con su almuerzo compartido no deseado, aunque en el interior de YoonGi se sintiera bien de estar comiendo junto a aquel demonio con cara de ángel.

Look Pretty | KookGiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora