| 18 |

6.4K 1K 266
                                    

   JungKook volvió a su hogar con su mirada ardiendo en llamas. Estaba furioso con su hermanastro, tanto así que era capaz de ir a su casa y prenderla fuego, si tuviera un encendedor en mano.

   Se tiró en la cama, desacomodando las sábanas que él mismo había acomodado esa mañana. Transformó su mano en un puño, tornando a sus nudillos de blanco. Podía sentir que clavaba la poca uña que tenía en sus dedos en la palma de su mano, pero el dolor era mínimo, por lo que no se detuvo. De alguna forma debía contenerse.

   No era capaz de explicar esta desmesurada ira que lo atacaba cuando algo no salía como él quería, ni tampoco era capaz de controlarla. Sentía que durante unos segundos dejaba de ser JungKook y pasaba a ser algo que él desconocía. Pero, ¿quién era JungKook? ¿Un adolescente común de mal carácter o ese demonio en el que se convertía en sus arrebatos?

   De repente, sintió a su mano arder, tal y como si se estuviera incendiando. Dejó de ejercer fuerza sobre la palma de su mano y se las observó, viendo como hilos de espeso líquido carmesí se deslizaban hasta sus muñecas.

   Ésto era capaz de hacer en cada uno de sus enojos. Y aún así, necesitaba más. Necesitaba saciar ese deseo macabro de acabar con todo a su paso.

   Su padre aún no llegaba a casa. Estaba seguro de que estaría en alguna parte de la ciudad con su prometido, tomando algún helado o haciendo algo que los enamorados hacen. JungKook nunca había estado enamorado, así que no sabía con exactitud qué se suponía que hicieran las parejas. Estaba seguro de que sería un pésimo novio si saliera con alguien.

   Con el corazón latiéndole más rápido que un tren en vía, tomó su chaqueta de cuero negro y se la puso vagamente sobre los hombros, apresurándose a tomar las llaves del hogar en su mano y salir de éste con una idea en mente que lo cegaba. La emoción le recorría por cada músculo del cuerpo y estaba seguro de que su sangre debía estar ardiendo.

   Cruzó la calle. Por poco era atropellado por un coche que venía a una velocidad considerablemente alta, pero el vehículo logro detenerse a tiempo, no sin antes tocarle vocina con ese ensordecedor sonido. El ruido de la suela de sus zapatos sobre el piso de cemento de la calle era atronador.

   Dobló en una esquina, y luego, en la otra. Cada vez se encontraba más cerca de su destino, y por ende, una sonrisa macabra se dibujaba y desdibujaba en su rostro. Se imaginaba el rostro de su hermanastro, del de su padre y su padrastro, y el de cualquier persona que fuera a ver su ‘obra maestra’.

   Cruzó la avenida. En la próxima cuadra, estaba la casa de TaeHyung. Una mujer con sus dos hijos pasó caminando a su lado. Los pequeños la tomaban de cada mano mientras reían y charlaban de cosas que seguramente no serían tan interesantes como lo que iba a hacer.

   JungKook se preguntó cómo una madre podría aguantar a sus hijos. ¿De verdad le interesaba lo que los pequeños mocosos tuvieran que contarle? No iba a ser nada fantástico. Quizás algún color nuevo que aprendió, el dibujo que coloreó en clases o los números que aprendió a contar. Más que eso, no. Era extremadamente aburrido.

   JungKook se convenció; no sería ni buen novio, ni buen padre. Dos cosas que descartaría de la lista.

   Llegó a su destino. Las cortinas de la casa estaban cerradas, y no había señal de él y su padrastro por ningún lado, señal de que podía poner en marcha su plan. Buscó con la mirada la casa para pájaros que TaeHyung había colocado sobre el árbol frente a su hogar, y cuando la encontró, pudo observar que había un pájaro en ella.

   Y le tiró una piedra.

   La piedra dio justo en el ala del animal y eso hizo que cayera desde la altura, sin embargo, no murió en la caída. Se removía en el suelo, incómodo, luchando contra el dolor, intentando escapar de lo que había frente a él.

   Le pegó con una piedra en la cabeza, y en menos de lo que pensaba, el animalito estaba muerto. JungKook deseó no haberlo hecho sufrir demasiado. Él no era motivo de su arrebato y no tenía por qué sufrir un infierno.

   Tomándolo de la cabeza con la mano izquierda, lo levantó del suelo. Arrancó de un tirón la casa para pájaros y la ató a la manija del hogar, donde colocó el animal dentro, muerto. Tomando la piedra más filosa que encontró en el suelo, empezó a tallar la madera para poder transmitir su mensaje a él y a todo aquel que lo viera.

   ‘Beelzebub’, escribió. Y se fue a su casa, esperando a que TaeHyung volviera a buscarlo.

Look Pretty | KookGiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora