32: Miel y abejas.

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Narra Kamil:

No voy a seguir las reglas de mí mamá.

Ni si tuviera un problema.

Uno mental, claro.

Y es por eso que voy a comprar esa hermosa mochila que está detrás de esta vitrina; sé que todos se preguntaran algo, es inevitable hasta para mí entender que esa mochila es como el oxígeno que necesito para vivir.

Eres millonaria Kamil. ¿Por que no la compras?

Uno; mí mamá y mis hermanas son millonarias, no yo. (No es que no quiera serlo, en un futuro quizás)

Dos; esa mochilita está mil dólares y cincuenta centavos. Lo que significa gastar mí "mesada" del mes, también que puede que a mí mamá por primera vez le importe lo que hago y me la quité.

Para siempre.

La tentación es buena, demasiado. Juro que estoy aquí como media hora frente a la tienda que de seguro las personas que están ahí pensaran que tengo un problema o yo qué sé.

Jesús, ayúdame.

Como Kamil Kardashian debería enfrentarme a mis problemas. Pero no, soy cobarde; esa vez que intenté quitarme la vida no salió nada bien. Pero me dolió imaginar que dejaría todo, sin luchar contra los rumores.

Sin luchar contra la fama.

Puta fama.

Quería sentirme como una persona luchadora que triunfa contra el mundo, admitiendo algo, lo sigo queriendo. No sé si vine al mundo por alguna razón, para ayudar a alguien o que sé yo; necesito saber que me depara el futuro.

Debo dejar de pensar, me he sentido mal toda la mañana.

No puedo creer que aún no entré a está tienda de Empeños.

Está tienda es cool. La gente vende a los encargados cosas suyas y ellos revenden a otras personas.

Aunque también venden ropa y cosas así, para aclarar.

Asegurando que traje mí tarjeta de crédito en la cartera, pongo una mano en la manija fría de la puerta y me quedo esperando a que mí alocada mente reaccione ante el mundo.

¿Es legal que una menor de edad tenga una tarjeta de crédito?

Si eres alguien famoso, lo es.

— Buenas tardes señorita. ¿Puedo ayudarle? — Me saluda la señora de la tienda, con el típico saludo comercial.

Juro que estoy sin reaccionar y no puedo moverme o algo parecido, mis labios pronuncian una frase que ni yo entendí, haciendo que la chica que está aquí de seguro piense que estoy teniendo un ataque al corazón. Puedo notar que me mira graciosa, muevo la cabeza intentando seguir a las películas y reaccionar al fin, lo que funciona.

No puedo creer que sigo aquí.

— Buenas tardes. — Dejo salir al fin mí voz, acompañada de un suspiro. — Quisiera una de las mochilas que están en la vitrina.

— Lo supuse. — Asegura, moviendo los labios pintados de labial mate hacia abajo. — La ví desde hace un rato afuera, pensé que le dió un ataque o algo.

Genial.

Ella lee mentes. Me pongo a imaginar que la ropa que tiene puesta es su uniforme para trabajar, digo, viste un vestido pegado al cuerpo color azul (Que para ser muy mayor, le queda bien) y medias finas transparentes con unas balerinas negras. Su cara tiene alguna que otra base de maquillaje, lápiz de ojos y labial mate que me hacen notar un poco sus arrugas de vejez.

Más que una Kardashian.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora