Siempre habrá una "primera vez"

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—No se volverá repetir ¿no, Harrison?

—No, señor Mark.

Sherwin respondió ralentizando sus palabras, aún trataba de mostrarle una buena faceta a este nuevo cambio que habían hecho en su universidad, pero se le hacía imposible después de haber estado varios minutos en una interminable fila.

La felicidad interna se intensificó cuando después de todo Mark optó por entregarle su móvil, no lo demostró estando adentro de su oficina, sino al salir de la universidad fue que liberó lo que sentía, sí, su teléfono era muy especial para él.

—¡¿Ehh?! ¿A ti no te quitaron el celular? ¡¿Entonces por qué no me respondiste?!

—¡Porque sabía que me lo iban a quitar!... ¿Ya vas llegar, Sher?

—Te diría que ya casi, pero ni he tomado el bus. ¿A qué hora llegaste a casa?

—Sabes que los jueves salgo a las cinco... Oye, hoy mi mamá me encargó a Shirley.

—¡¿Sí?! ¡Genial! ¿No quiere ir a...?

—¿Los juegos mecánicos? Sí, Sherwin, sí quiere. Me di cuenta hoy que reabrieron ese lugar... No demores mucho, Sher.

—¡Okey! Llegaré enseguida.

Colgó la llamada y lo primero que hizo fue divisar la estación de bus. Había llovido hace poco, así que no podía correr. Metió las manos en sus bolsillos para ahuyentar el frío y caminó a largos pasos.

Y mientras esperaba a que su bus llegase se fijó en el lugar, había una panadería cerca que tenía una buena vista, una tienda de ropa que al parecer era su día de descuentos y por último una dulcería que él al instante supo que era nueva. Sin embargo, recordar que su amigo había prácticamente vaciado su billetera hacía que se lamentara en esos momentos. 

A pesar de todo eso, la idea de comprar algunos dulces no estaba completamente perdida, aún tenía a su salvadora, su tarjeta. Apretó su billetera desde su bolsillo y cruzó la calle.

—¡Buenas noches! ¡Bienvenido a Sweet Garden! ¿Le puedo ayudar en algo?

La chica con una gran sonrisa se colocó frente a él y empezó a nombrar todo lo que había en las vitrinas, desde el más diminuto chocolate hasta el gran pastel que por cierto estaba a un buen precio en ese instante. Pero Sherwin no quería un pastel, Shirley no comía demasiado y Jonathan estaba evitando los dulces últimamente, terminaría comiéndose él la gran parte y eso no era tan saludable como digamos.

—Y... ¿los cupcakes de allá?

—Oh, sí, los de la parte inferior tienen un relleno de chocolate y los de la parte superior de manjar ¿Va a llevarlos?

—Sí, media docena, por favor.

Y mientras este pelirrojo andaba de vuelta a la parada de bus con unos exquisitos pastelillos. Jonathan trataba de tranquilizar a su energética hermana. Shirley adoraba a su hermano, pero más que eso, adoraba que Sherwin siempre le siguiera la corriente y la consintiera más de lo que Jonathan lo hacía.

—No vayas a... ¡Pero Shirley! — Jonathan se arrodillaba ante su hermana lamentándose por el desastre que causó — Me costó 100 dólares.

—Ahora es un cisne sin cabeza...¿Puedo llevarlo? Di que sí, di que sí, di que sí.

—No es un juguete, Shirley, dámelo...

La niña inflaba sus mejillas como protesta hacia su hermano mayor, obviamente Jonathan no cayó en su juego y seguía extendiendo su mano para que ella cediera.

sɪᴇᴍᴘʀᴇ ᴀ ᴛᴜ ʟᴀᴅᴏ •ɪɴ ᴀ ʜᴇᴀʀᴛʙᴇᴀᴛ• [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora