25. Una noche oscura

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Nota: Este capítulo puede contener escenas que pueden ser duras para las personas sensibles, especialmente porque tratan un tema muy difícil en nuestra sociedad actual. Se recomienda leer con prudencia.

Pista de audio recomendada: Ruelle - War of Hearts (1 hour version).


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—¿Qué hacen un par de señoritas solas a esta hora de la noche? —preguntó el que me apuntaba.

Mi corazón palpitaba con fuerza. No podía creerlo, en ese breve instante que Kori me distrajo, ¡nos habían descubierto! ¡Esto estaba mal, muy mal! No estaba lista para enfrentar a Velasco, además, si el Gran Sabio Keliel se enteraba... me esperarían doscientos años en un cristal de contención.

—Creo que les comieron la lengua los ratones —habló el segundo hombre.

Intenté levantarme, pero el que me apuntaba me detuvo.

—¡Eh! ¡Sh, sh! Quédate ahí blanquita —me dijo.

Simplemente obedecí. No quería actuar de forma impulsiva, necesitaba trazar un plan, ¡rápido!

—Mira nada más, que rica estás, chiquita —murmuró el otro, el que apuntaba a Kori.

Escuché a Kori soltar un gemido de pánico cuando el otro hombre la agarró del rostro y le dio una lamida asquerosa en la mejilla.

—Uy, creo que le gustó, je, je. ¿La escuchaste, chino?

—Cállate pendejo, ya te dije que no me llames así.

Moví la cabeza de forma discreta para ver mejor. Noté a Kori nerviosa, muy nerviosa. Su energía estaba comenzando a descontrolarse.

Un momento. «Chino, blanquita, chiquita». Algo raro estaba sucediendo. Miré a los hombres con suspicacia. Nada, apagados. No había ningún aura dorada en ellos. ¡Eran humanos!

Suspiré con cierto alivio. No eran hombres de Velasco, pero era pronto para celebrar. Aún estábamos cerca de la casa, si hacíamos demasiado ruido, o expulsábamos demasiada energía, nos verían.

—¡Kori, no! Espera... —le dije a mi amiga, lanzándole una mirada de preocupación—. Aquí no, te lo ruego. Nos verán.

Al escuchar mi voz, Kori pareció reaccionar. Agitó su cabeza, cerró sus ojos. Luchaba por calmarse.

El hombre que me apuntaba realizó una seña con la pistola.

—No te dije que podías hablar. Ahora levántate y ven aquí.

—¿Qué me... levante? —pregunté.

¿Estaba loco? Si me levantaba, nos verían.

—Cállate y obedece, blanquita.

Esclava de la Realidad 2: Mundo EnergéticoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora