1. Daiquiri de fresa

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Si no has leído el final de Legado del Alma (2020), te recomiendo hacerlo antes de adentrarte en esta historia para evitar spoilers.

Si no has leído el final de Legado del Alma (2020), te recomiendo hacerlo antes de adentrarte en esta historia para evitar spoilers

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Desperté en oscuridad absoluta. Tuve un sueño en el que era libre. Fue tan real, que por un momento llegué a creerlo. Me incorporé y miré alrededor. La realidad me golpeó con fuerza, frustrando mis anhelos. Sólo había sido eso, un sueño.

Apenas había luz, la cual se colaba por la parte inferior de la puerta. Mi visión ya estaba acostumbrada así que no me costó trabajo distinguir la mueblería costosa que me rodeaba. No era mía, sino del dueño de los aposentos.

Inhalé profundo y liberé el aire poco a poco. El lugar olía rancio, nunca me acostumbraría. Era una mezcla entre orina, sangre y heces. ¿Y les gustaba llamarlo comedor? Jamás entendería el aberrante gusto de los comensales.

Hoy era día de festín, por eso me habían enviado a limpiar, antes de que él viniese. Sólo pasaba la noche en este lugar, se iba durante el día. ¿A dónde? No tenía la menor idea, y no me importaba. El Cocinero era un hombre retorcido que no tenía cabida en mi razón.

Una punzada de dolor apareció en mi corazón, comprimiéndolo como si fuera atravesado por una flecha invisible. El recuerdo de los festines siempre la traía de vuelta a mi memoria, atormentándome cada uno de mis días. «Tú me mataste» «¿Por qué me mataste?» «Me traicionaste». Mi amiga aparecía en mis pensamientos, en mis recuerdos y en mis pesadillas. Si realmente existía un lugar en el que descansaran los muertos, esperaba que ella estuviese ahí, finalmente lejos de todo este horror. Ziri, mi Katziri.

No merecía siquiera recordar su nombre. Ella lo había dado todo por mí, incluso su vida. Tan sólo recordar sus ojos, la última mirada que me dirigió, llena de dolor y confusión, me daban ganas de vomitar. Este era mi castigo. La penitencia que debía cargar sobre mis hombros por el resto de mi vida. Una carga que había aceptado con tal de liberar a mi amiga de su terrible dolor.

Contraje mis puños con fuerza al pensar en el doloroso pasado. Suspiré y traté de tranquilizarme. No debía pensar en ello, siempre me ponía mal al recordar. Tenía que ser paciente y mantenerme sereno para dar verdadera retribución a todo el mal que había causado. Paciencia... Paciencia era la clave.

«Mamá, papá, Kein, Katziri... No dejaré que sus muertes sean en vano. Sé que puedo hacer la diferencia en el mundo vampírico». Me lo repetía cada mañana, sin embargo, pensarlo era más fácil que hacerlo. Tenía miedo. Tenía miedo de terminar doblegado a la voluntad de mis amos, y no quería convertirme en uno de ellos.

Tres fuertes golpes en la puerta me causaron un sobresalto.

—¡Mocoso! ¿Ya terminaste? Llevas mucho tiempo desaparecido.

La voz de una mujer llegó a través de la puerta. Tomé aire antes de responder.

—Un segundo.

—¡Date prisa! El festín ya ha terminado y tendrás que atender al Cocinero.

Esclava de la Realidad 2: Mundo EnergéticoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora