40. Viva otra vez

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Todavía no sabía qué clase de consecuencias había tenido la caída de Velasco. El Gran Sabio Keliel no había hablado conmigo, pero sí había recibido una carta del Consejo Supremo, informándome que mi historial, y el de Mateo, habían sido limpiados de cargos. Y no sólo eso, sino que me dieron un agradecimiento en UPE por haber capturado a un criminal tan peligroso. Supuse que todo había sido gracias a mi padre.

Después de aquel día, Kei despareció, tal y como lo prometió, no volví a verlo. A pesar de ello no lo extrañaba ni un poco, porque no dejaba de recibir sus amorosos mensajes cada mañana. Ahora tenían más valor para mí, sabiendo que él era el Maestro de la Realidad, pensar en que cada día se hacía un poco de tiempo en su apretada agenda para acordarse de mí, era algo muy lindo.

Mateo se fue para arreglar sus asuntos con Sullivan, tenía que despedirse de él, lo apreciaba. Tuve mucho miedo los días en los que estuvimos separados, a veces pensaba que no volvería a verlo otra vez, que desaparecería, pero no fue así. Volvió. Fue a encontrarse conmigo a la Academia del Viento Eterno, antes de que concluyera el año escolar. Ahí le presenté a Selene y a Kori.

Al encontrarse con Selene, lo primero que él hizo fue pedirle disculpas por todo lo ocurrido en el comedor. Ella lo perdonó sin pensarlo. El problema fue Kori, quien se negó a cruzar con él más de dos frases. Cuando le expliqué a Mat lo que pasaba, él fue muy comprensivo y habló con Kori a solas. No sé qué le habrá dicho, pero después de eso, la chica recuperó gran parte de su alegría con respecto al tema de nuestro nuevo noviazgo. No volví a pedirle que me acompañara a España, porque respetaba su decisión. A veces el corazón dicta decisiones duras, difíciles de cambiar, y eso es algo que comprendía muy bien.

Cuando concluyó mi educación en la academia de introducción, y el momento de partir a Madrid llegó, fue duro despedirme de los chicos del dominorium, y más aún de Kori, sin embargo, nada fue más duro que la decisión que tuve que tomar al final, una que llevaba rondándome la cabeza desde el momento en el que supe que tenía el poder de la Realidad: decir adiós a mamá.

Por eso, un día antes de partir, estaba ahí, de pie, frente a mi antigua casa.

—¿Vas a hacerlo? —preguntó Mat. Estaba a mi lado, sosteniendo mi mano.

—No lo creo, Mat, sólo vengo a decir adiós.

En cierta ocasión pregunté a mi padre si era posible devolver la memoria a alguien que la había perdido, y él había respondido que sí. Ahora lo entendía mejor, y era justo con el poder de la Realidad. Lo pensé por días, de verdad que sí, pero no encontré la manera de devolver la memoria a mamá y explicarle todo lo que había ocurrido.

—No puedo creerlo, sabes que podrías hacerlo de mil maneras diferentes, ¿no?

—No estoy segura, yo...

Esclava de la Realidad 2: Mundo EnergéticoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora