CAPÍTULO 1

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Erá primera hora de la mañana, mi despertador comenzó a sonar como ya echaba en falta que lo hiciera. Froté mis ojos con ambas manos mientras me estiraba sobre los mantos que me cubrían absolutamente entera.

—¡Arriba señorita!¿No querrás llegar tarde a clase en tu primer día, verdad?— Irrumpió mi madre abriendo de par en par mi puerta y subiendo las persianas.

—¿¡Cuántas veces te he dicho que pares de entrar así!? ¡Me asustas!— Cubrí mi cara con la almohada para así evitar el contacto de mis ojos con la luz.

—Lo haré todas las veces que me vengan en gana mientras tú sigas viviendo bajo mi techo.— Me señaló con el dedo indice, amenazante mientras abandonaba mi cuarto.

Dios, tenía tanto sueño que mis parpados pesaban tanto que se me pegaban haciendo que dormir fuese más apetecible que cualquier otra cosa. Pero se me empezaba a hacer tarde, el tiempo no paraba de correr y todo esto se convertía en un juego contrareloj. Salí de la cama corriendo, me vesti, calcé y baje casi rodando por las escaleras hasta la cocina.

—Hola gordi.— Dijo mi padre mientras tomaba su café diario.

—Hola papá. ¿Has visto mi mochila?— Pregunté desganada, no tenía ganas de ir a clase, de empezar una vida nueva aquí, en Los Angeles.

—Tu madre la ha dejado al lado de la puerta, porque como siempre la tenías en medio y casi nos comemos la encimera por tu culpa.— Comentó molesto.

Cogí una de las tostadas que se encontraban en el plato y besé en la mejilla a mi padre.

—Me voy o llegaré tarde.— Suspiré mientras cogía la mochila con la mano libre y la ponia sobre mi hombro derecho.

El día anterior al comiezo de clases di una vuelta por mi nuevo barrio, para hacerme una idea de como seria el trayecto de casa al instituto. Llevababa aqui a penas tres días cuando eso pasó y como era de esperar, tuve que parar a varias personas durante esas largas e interminables dos horas si quería volver a casa a tiempo para cenar.

Cerré la puerta dando un portazo y me alejé a toda prisa para no tener que oir el reclamo de mi padre sobre lo que costaría arreglar la puerta. La verdad es que el instituto no estaba lejos ni nada por el estilo, pero aun confundía si la primera calle tenía que tomarla a la derecha o a la izquierda. Tomé la dirección que más familiar se me hacia, pero justo al girar la esquina un chico pasó a toda velocidad rozandome con su skate y la mochila colgando de ambos hombros. De no ser por aquel descuidado no me hubiese dado cuenta de que iba mal hasta que hubiese acabado en la otra punta del barrio.

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Sonó el timbre de inicio, aún no sabía a que clase debía ir ni nada, mi madre me comentó que debía ir a ver al director para que me informase sobre donde estaba mi clase.

Me aproximé a una de las mujeres que se encontraban en conserjería y le pregunté por el despacho principal, llegué bien sin ninguna confusión o alguna metedura de pata de las mias. De él salia un chico muy alto, demasiado alto, aunque también sería debido a mi corta estatura, me miró tan descaradamente que llegó a imponerme tanto que me vi obligada a bajar la cabeza hasta que desapareció de mi campo de visión, sus ojos eran tan claros que me atrevía a decir que se podía ver a través de ellos.

Toqué un par de veces en la puerta esperando una respuesta.

—Adelante.— Una voz grave salía de aquella pequeña sala.

Mi mano, giró el pomo, nerviosa. Suspiré y me hice paso ahi dentro.

—Buenos días señor.— Dije de pie frente a su desorganizada mesa.

—Buenos días señorita Adams, ¿no me equivoco verdad?— Su tono era tan seguro y frio.

Asentí con la cabeza mientras bajaba un poco la falda de mi uniforme por miedo a que hiciese algún comentario al respecto sobre su largo.

—Bien, seré breve.— Tosió aclarando su garganta.- Tu clase será 4 de la ESO B, está justo al lado de la entrada del campus que da a la universidad, no tiene perdida, sigue recto y llegarás sin problemas.

—Esta bien, muchas gracias.— Dije a modo de despedida para salir por la puerta y nada más cerrarla soltar todo el aire acumulado por la tensión.

Sin duda ha sido la conversación más incomoda de toda mi vida, me repetía una y otra vez hasta llegar a mi clase asignada. Ya estaban todos sentados y la profesora de pie, mierda. Toqué la puerta y la profesora me hizo un gesto a través de la ventana que incluía aquella puerta tan extraña. La profesora me recibió con una sonrisa, no como el resto de gente que parecía molestarles.
 

ᴡʜʏ ᴅᴏɴ'ᴛ ᴡᴇ ᴛʀʏ?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora