Erik.
Nadie sabe la fecha exacta en la que los barcos llegan a las costas inglesas.
Erik ha comenzado a perder la poca lucidez que le ha ayudado a superar este peligroso y difícil viaje. Sin embargo, él no está en condiciones para comenzar a sentirse mal, es más, ni siquiera tiene derecho a respirar, no tiene derecho a sobrevivir o eso piensa Erik en su interminable estado de alucinación. De repente, abre los ojos y puede ver con rapidez los pequeños charcos que se han colado en el barco, y no sabe por qué pero le hacen recordar a Charles.
Tal vez el agua de la fuente sobre su piel ese día tan odiado y tan querido en su memoria o simplemente busca que la muerte lo tome con el rostro amigo, que el agua que lo piensa matar tenga el recuerdo y la imagen de Charles para que duela menos, para que la muerte deje de tener esa mirada vacía y penetrante, y la cambie por esa mirada azul tan hermosa e intensa.
Cierra de nuevo los ojos, sintiendo el frío del agua recorriendo la tela de su pantalón, pero después de un tiempo se da cuenta que los charcos en el suelo no son de peligro, sólo vinieron a darle falsas esperanzas. Sólo puede estar seguro de que tendrá otra muerte, en otro momento y en otra circunstancia.
Hay un golpe seco que rompe con su triste atmósfera y logra crear el pánico que hace despertar a Janos de un susto. Respirando salvajemente.
—¡Hey! —Su susurro es atónito y es un intento por recuperar el aliento. Algo en vano teniendo sus circunstancias—. ¡Hey! ¡C-creo que es hora!
Azazel despierta después de que Janos toma su brazo y lo sacuda con insistencia; contagiándole esa sensación, ese miedo.
—¿Qué? —pregunta, con la misma falta de aliento por culpa de la taquicardia—. ¿Qué pasa, Janos?
—¡Te digo que hemos llegado! —repite Azazel, está vez más seguro de sus palabras.
Azazel es el que más rápido se mueve y comienza a recoger sus botas, mochilas y el resto de su estorbosa ropa. Todos completamente empapados.
—¡Erik! —comienza a hablarle al Erik con los ojos cerrados—. ¡Hemos llegado!
Trata de animar a un Erik somnoliento, que ha comenzado a agonizar de una manera dolorosa a la vista.
—Erik, despierta. Ya éstas en casa... —dice Janos, tomando a Erik y tratando de ponerlo lo más cercano a estar de pie.
Poner a Erik en un piso tan turbulento como el que tiene el barco, fue una tarea que abarcó unos largos y tediosos minutos, en dónde Erik no hablaba ni se quejaba. Sólo respiraba con pesar y continuamente suspiraba con los ojos cerrados durante largos períodos. Cuando por fin pudieron encaminarse a la salida, unas luces cegaron las visiones de los tres.
—Charles... —susurró Erik, con una gran sonrisa que termino por devastar a sus fieles compañeros.
[. . .]
Tal como si fueran animales; Janos, Azazel y Erik huyen de los soldados que supervisan a los sobrevivientes y se ocultan entre la miseria y la oscuridad que la madrugada les brinda.
Han sufrido tanto que el simple hecho de pisar la tierra en la que nacieron, vivieron y morirán tarde o temprano, les cristalizan los ojos.
Son almas que buscan un poco de paz en medio de todo, en medio de la guerra que aún no cesa; ni siquiera en su propio país. Al que juraron proteger.
Erik se ha vuelto un ser más humilde que sólo espera ser cubierto con el manto de la serenidad y del Dios al que confinaron su vida desde el inicio.
Morir entre los escombros de Inglaterra es mucho mejor que morir en las alcantarillas de una Francia derrotada e insensible. Su única paz es morir en el mismo lugar en donde trabaja y vive Charles, el amor de su vida, y no, nunca se cansará de remarcarlo.
Un golpe. Erik regresa a la realidad, la cruel y delirante realidad en donde sus fieles compañeros se han caído por el peso de Erik sobre sus hombros. El sonido de su cruel caída es tan desagradable como el dolor que sienten.
Toman las cosas por el lado positivo; la guerra no les ha quitado esa sensibilidad, tanto física como psicológicamente.
—Dios... —Azazel no se resiste el decir verdades cuando mira a su alrededor, recuperándose del fuerte impacto que recibió justo en la cadera.
—Se parece al subterráneo —dice Janos. Su voz es ahogada y arrastra su cuerpo por el suelo lleno de polvo y diminutas piedras. Después, trata de quitar el polvo de sus mejillas.
Erik no se atreve a hacer otra cosa, ni siquiera a quejarse del dolor que siente como se expande por todo su cuerpo. Sólo mira a su alrededor con sus ojos tranquilos y adormilados. El dolor persiste en su cadera. Ya no sabe cómo describir la sensación y lo mejor que puede hacer es guardar silencio y decir lo último que escucharán sus fieles amigos.
—Déjenme aquí. Estaré bien. —Traga saliva y continúa—: Aquí es donde decidí morir. Estaré bien.
Azazel y Janos se quedan callados como el resto del universo. Todo se calla, las bombas y el extraño sonido que la guerra tiene, todo. Siempre que habla Erik, el universo está al pendiente de su voz y de lo que dirá. Ningún sonido es más interesante que su grave, cansada y moribunda voz.
—¿Qué dices, Erik? —La voz de Janos suena como el cristal rompiéndose en mil pedazos—. ¿Te rendirás? ¿Justo aquí?
Erik asiente y hay una pequeña brisa que les raspa la cara.
—Es mejor que morir en Francia. Los tres sabíamos cuál iba a ser mi final. Lamento que hayas tenido más expectativas sobre mí...
Janos y Azazel miran a Erik; un hombre devastado. Uno tan diferente al que conocieron y el cuál los protegió incluso con su propia vida. Un hombre debilitado que le da la bienvenida a la muerte con brazos abiertos.
—Una última cosa, Erik. —dice Azazel, inclinándose a hacía donde está Erik—. Mándanos una señal de que estarás bien después de morir. Cualquier cosa, yo nunca le tuve miedo a los espíritus.
Erik se ríe con sus últimas fuerzas y asiente. Después, se acerca al oído de Azazel y le susurra unas palabras a las que ambos asienten.
—Lo haré —dice Azazel.
Erik después se toma una larga pausa y examina por última vez a Janos y Azazel.
—¿Puedo pedirles otro favor antes de que se vayan? Uno último. —Erik toca el hombro de Azazel y mira a Janos a los ojos—. Si encuentran a Charles, mi Charlie. ¿Le pueden decir que nunca lo dejé de amar?
[. . . ]
Janos y Azazel ya se han ido, y Erik no puede evitar sentirse más triste de lo que ha estado. Esperar su muerte ha sido una locura. Utiliza sus pocas fuerzas para buscarse un mejor sitio dentro del subterráneo. Al final, si era una locura morir ahí.
Baja con el único sonido del polvo bajo sus pies y de repente, la fiebre lo noquea por completo y cae por el resto de las escaleras. Suena como una gran piedra que cae.
Golpe seco y todo se ve borroso y la cabeza le taladra.
—¿Erik? —Hay una voz que genera eco. Es celestial—. ¡¿Erik?!
Un hombre con traje blanco y ojos azules lo toma entre sus brazos y repite su nombre una, y otra y otra vez. Sus alucinaciones hacen que vea a ese hombre como un ser celestial.
—Qué hermoso ángel eres... Gracias por venir por mí. Por recibir a alguien como yo. —Esas son sus últimas palabras después de perder el conocimiento.
Su sueño profundo.

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Atonement //CHERIK//
Fanfiction"Tras una serie de catastróficos mal entendidos, Erik Lehnsherr es acusado de un crimen que no cometió. Esta acusación destruye el nuevo amor que surge entre Erik y Charles alterando dramáticamente el curso de sus vidas.