Sin palabras.

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Por primera vez todo parece tan irreal, por primera vez no hay palabras; Charles Francis Xavier no tiene palabras. La única sensación que recordaba con facilidad era la frialdad de la guerra, ahora, la sensación del cuerpo cálido de Erik entre sus brazos parece irreal.

A pesar de la angustia que le ha generado todo este proceso, la suciedad, la falta de alimento, de oxígeno, de agua o de sueño; no puede evitar que su corazón se desborde ante aquel cuerpo, aquel cuerpo que vive, respira y late. Es su Erik, después de tanto tiempo, está aquí; malherido, sudoroso y con un color verdoso en la piel, pero, está aquí.

—Mi adorado, Erik... —Charles se inclinó hacia la caballera pelirroja, sudada y sucia. El olor natural que emanaba no fue un problema para refugiarse en ella y susurrar—. ¿Cuánto has tenido que pasar para estar aquí...?

Erik, con sus ojos perdidos en sus párpados, su mente cerrada por su reciente desmayo, tomo a Charles de su mano y el simple toque de su piel, fue el final de su desesperanza

Por primera vez, nadie importaba. Solo ellos dos. Con su desbordante amor. Ni la guerra podía entrometerse en la pasión que se les fue arrebatada solo por ser dos hombres amándose desde los inicios del todo.

Charles suspiró con pesar cuando las lágrimas salieron por sí solas. Ya no tenía poder contra sus emociones; éstas simplemente brotaban en su mandato.

Después de unos segundos, Charles, pegó a Erik a su cuerpo y lo sostuvo contra su traje manchado y desastroso. El polvo manchaba sus rodillas y las piedras lo lastimaban al querer levantarse con un peso extra al suyo.

—Uno... Dos... —Sus brazos trataron de abrazar la espalda de Erik e intentar que el proceso no lo lastimase—. Tres... —Al levantarse, perdió un poco el equilibrio, pero, volvió a tomar a Erik y lo cargó suavemente hasta su colchón viejo y húmedo—. Cuatro.

Nadie sospechó nada; a nadie le importa cuando algo o alguien cae por las escaleras. Los rostros apagados y las nulas ganas de vivir se juntan con el desinterés. Suerte para Charles porque si no lo mató la guerra, el olvido sí que lo haría.

Tomando artículos de su botiquín (como también robando un par de antibióticos de otras compañeras) Charles, estaba dispuesto a darle una mejor comodidad a Erik. Tal vez no le regresaría su salud en total, pero sí le quitaría esa dificultad para respirar y esa confusión que podía ver en sus ojos y el dolor que lo atormentaba.

También lo hacía por él, por Charles el egoísta. Porque sabía que si Erik se quedaba un tiempo con él, ya no estaría solo con estos desconocidos y esperarían juntos la salvación.

* * *

Mojando compresas en alcohol, fabricadas burdamente con trozos de su ropa, Charles esperó con paciencia a que Erik despertase completamente de su propio mundo y de su enfermedad. Y cuando Erik lo hizo... Charles reprimió el hambre y le acercó el caldo humeante que tuvo que robar más que pedir.

—Charles... —La voz de Erik, cansada y ronca batalló contra las ganas de volver a dormir—. Eres tú, Charlie.

Charles rio suavemente y ayudó a Erik a reponerse y recargar su cuerpo en la fría y húmeda pared.

—¿Así que no sabías que era yo, uhm? ¿Entonces, a quién llamaste ángel, idiota?

Ambos sonrieron, enternecidos por la presencia del otro. La luna no puede brillar sin el sol.

—¿Me equivoqué entonces? ¿Debí de haberte llamado "Dios"?

Ambos rieron y Charles se acercó más a Erik. Los dos sucios y hambrientos. Los dos enamorados y perdidos. Los dos cansados y con los ojos apagados.

—Anda, come. Tienes tanto tiempo sin probar bocado que tus costillas comienzan a ser un problema. —Erik tomó el primer bocado y tragó con dificultad—. Y si te vomitas, te dolerá más.

Ambos esperaron a que el alimento pasara. A pesar de ser más agua caliente con un poco de sal que verdadero alimento; era difícil que Erik pasara tan rápido la comida debido a la infección que le cerraba la garganta.

—¿Estás listo para otro poco? —Charles advirtió, limpiando los restos de caldo que se le escapaban por las comisuras de los labios.

Erik negó.

—Sabe horrible.

Charles frunció los labios y su ceño se frunció. Visiblemente molesto. Reprimiendo nuevas lágrimas.

—Sé que sabe horrible, Erik... pero, te necesito a mi lado y si no comes, aunque sea esta basura caliente... Enloquecería. —Las lágrimas cayeron sin piedad en sus manos, cediendo—. Ya sobreviví mucho tiempo sin ti. Pero, ahora, si te mueres delante de mí, sabiendo que te habría podido salvar... Enloquecería.

Charles tiró la cuchara en el plato y se limpió con la manga de su traje. Su cara se tornó rojiza y los ojos se le volvieron a hinchar. Su cara ahora, más sucia, con el barro que sus propias lágrimas formaron.

—Lo único que puedo prometer es un gran plato de carne cuando salgamos de aquí. Por lo mientras, un rico caldo, ¿qué te parece?

Erik sonrió y aceptó comer el horrendo caldo que le raspaba la garganta cada vez que pasaba. Aunque Charles tenía razón. Después de terminar, el estómago dejó de rugirle y los músculos dejaron de ser un problema para su falta de energía. Aunque mínimamente, claro está.

De repente, Charles dejó de lado su rol como enfermero particular de Erik y se lanzó a sus brazos. Erik lo recibió con un abrazo delicado y roto. La ansiedad que tenían en su piel al querer abrazarse se ha esfumado y ahora reina el calor en sus corazones.

La mano detrás de la cabeza de Charles, con los dedos hundiéndose en su cabello sucio y lleno de polvo, el agarre que firme justo en su cintura, haciendo que sus pechos se junten y compartan las mismas palpitaciones, y los labios, que se juntan con fervor y que queman tan fuerte que ambos tienen que separarse para no lastimarse.

Hace tanto calor, pero eso no evita el que ambos enciendan la mecha y disfruten de las caricias que emanan más calor. Sería un pecado no amarse estando delante uno del otro.

—Mi querido Charles... —La mano de Erik recorrió con suavidad desde el pómulo hasta la mandíbula—. Te extrañé tanto, tanto... Cada día lejos de ti era incluso más doloroso que la propia muerte. Dime, ¿tú también me has extrañado?

Charles sintió cada caricia como única, como suya. Cada toque de su piel sentía que le arrancaba un pedazo de su propia alma. ¿Así era como se sentía el amor? No cabía la menor duda.

Se volvieron a besar, una y otra vez. Cada beso mejoraba el anterior. Las heridas dejaron de doler, comenzaron a sanar, pero eso no impedía que quedara una gran cicatriz.

—La vida nos ha quitado muchas cosas, Charles, muchas... —Erik torcía suavemente sus labios y tocaba cada parte de la piel de su amante con cuidado—. Nos ha quitado tantas cosas, pero, aun así, estoy feliz de haber llegado hasta aquí, de haberte conocido y de tenerte en mis brazos. La vida ha sido justa como también una desgraciada.

Charles no puede evitar reírse entre lágrimas.

—Erik, ¿odias a Raven? —pregunta Charles, a centímetros del rostro de Erik

—No lo sé, ¿tú la odias?

Charles está a punto de abrir la boca para contestar cuando un ruido lo calla.

Es un ruido que desencadena ruidos aún más fuertes y terroríficos. Chirridos y goteras aún más profundas que las que suenan a diario.

Nadie habla, ni respira, ni se mueve.

Sólo ellos dos se aferran. Erik pega a Charles a su mejilla, con una mano firme detrás de su nuca, sintiendo su desarreglado cabello. Charles sólo puede aferrarse a los hombros de Erik y sentir como sus músculos se contraen para rodearlo con sus brazos. Una protección que no durará mucho.

Una gran ola entra, devastándolo todo; cables, tuberías, todo. Nadie tiene tiempo para huir y cuando menos, la ola los golpea fuertemente.

Después, sólo hay un gran dolor. Punzante y rápido.

Que tontos fueron al no verse los rostros una última vez.

Atonement //CHERIK//Donde viven las historias. Descúbrelo ahora