La Familia Real

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El poderoso conjuro de la princesa la transportó a ella y al grupo al Patíbulo del Desierto, sitio en donde Abel los estaba esperando. Zelda se sintió un poco agotada debido al esfuerzo empeñado, cosa que preocupó a Link.

- ¿Estás bien, Zelda? – preguntó preocupado.

A Link le alarmó el ver que su esposa estaba sudando helado y respiraba agitada, sin embargo, esta se recompuso pronto para no seguir preocupando a nadie.

- No te preocupes, es normal por el hechizo que he realizado, pero ya estaré mejor. - respondió cansada.

- ¿Segura? – preguntó la Sheikah.

- Si, Impa. Sigamos el camino.

- No puedo creer que llegamos tan rápido al Patíbulo del Desierto... y es cierto lo que se dice... este sitio es tétrico, se respira la muerte. – comentó Ravio.

- Aquí fueron ejecutados los más peligrosos delincuentes de Hyrule desde hace muchos años... ya no quiero que mi hijo siga aquí. Sigamos. – dijo Link.

El grupo se adentró a la mazmorra, sabiendo que dentro de la misma les esperaban muchas dificultades. Link daba por hecho que Abel iba a darles un "cálido recibimiento", sin embargo, al igual que en el pasado no iba a dejarse vencer, mucho menos ahora que estaba acompañado.

Los jóvenes pasaron las arenas movedizas sin problema y sin ni un anfitrión a la vista, hasta que llegaron al salón principal. El guerrero pensó que talvez, al derrotar al jefe principal o a Ganondorf, los monstruos habían sucumbido, pero luego se dio cuenta que estaba equivocado.

- ¡CUIDADO!

El grito de Ravio alertó a todos. Un gran grupo de Stalfos comenzó a salir por todas las grietas de las paredes del templo y también de las arenas esparcidas por del piso. Los hombres desenvainaron sus espadas para derrotarlos, mientras que Zelda e Impa hicieron lo mismo con sus respectivas armas.

El primero en atacar fue Link, quien de un sólo espadazo cortó la cabeza del primer ente que se le cruzó, causando que los huesos de este caigan desparramados al suelo.

- ¡Ravio, una bomba! ¡Rápido! – pidió Link.

- ¡Ahí va!

El guerrero de pelo morado sacó de su alforja una gran bomba y la lanzó hasta donde se encontraban el despojo de huesos, el que explotó al primer contacto. Por esa parte ya tenían la situación controlada, pero aún les quedaban muchos Stalfos más.

- ¡Link, cuidado! – gritó Zelda.

Otro saco de huesos, desde las alturas, estuvo a punto de decapitar al guerrero con su gran arma, sin embargo, un rayo de luz lo fulminó en su totalidad. Zelda fue la causante de acabar con la vida del malévolo ser.

- Gracias, princesa.

- No es nada...

- ¡Son demasiados! ¡Nos costará mucho acabar con todos! – expresó Ravio, desesperado.

- ¡Link, Zelda, adelántense! Ravio y yo nos detendremos a estos monstruos, ustedes deben avanzar y rescatar a Noah.

- ¡Pero Impa...!

Otro Stalfo estuvo a punto de dañar a la princesa, pero Impa lanzó unas cuantas dagas hacia él, destruyendo así sus intenciones. No podía permitir que nada malo le pase a Link y a Zelda, pues eran los únicos que podían detener Abel y rescatar a Noah.

- ¡Ustedes dos, váyanse! – ordenó Impa.

- ¡No los dejaremos con el problema! – dijo Link.

Lazos eternosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora