Legado de amor

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El horizonte empezó a encenderse desde la lejanía, mientras la luz de las estrellas iba a desapareciendo. El amanecer cubría las calmadas tierras de la Villa Kakariko en un nuevo día, el cual para muchas personas sería común, lleno de sus actividades diarias y monótonas, nada del otro mundo. Sin embargo, no para todos las cosas serían así, pues para cierta pareja sería todo lo contrario.

Los ojos de la princesa empezaron abrirse debido a los pocos rayos del sol que se asomaban por la ventana. No tenía ganas de levantarse, pues la cama estaba sumamente cómoda, maravillosa con el aroma del amor impregnado en las sábanas, el cual había quedado como evidencia de la apasionada noche que había compartido con su amado, en la que volvieron a unirse en cuerpo y alma después de mucho tiempo. Aun no creía que todo lo que había vivido era realidad, temía que fuera uno de los tantos sueños que tuvo en sus tormentosas noches, mas los resquicios y caricias marcadas en su cuerpo le demostraban lo contrario, que todo lo que había vivido era autentico.

Con una sonrisa en los labios, la joven se levantó de la cama para encontrarse con su héroe, pensando que este se hallaba a su lado profundamente dormido; sin embargo, la alegría de su rostro se borró al ver que este no estaba en la cama junto a ella. Se había ido.

- ¿Qué...? ¿Link?

No sentía rastro de su presencia en la casa, lo que provocó que su corazón lata aceleradamente. ¿Acaso Link se había ido? ¿La había abandonado después de todo lo que pasaron? No quería ni podía creerlo, su amado nunca hubiera sido capaz de eso... a menos que... buscara devolverle todo lo que le causó.

- No... no... no lo creo...

¿Acaso Link había sido capaz de vengarse de ella? ¿De haberla utilizado a su gusto durante toda la noche, para luego abandonarla? Su corazón se destrozó al pensar aquello, simplemente no podía pronunciarlo. Con prisa, mientras las lágrimas resbalaban por sus mejillas, se cubrió su desnudez con la sábana y se acercó al armario a verificar si la ropa de su amado aún seguía en su lugar, pues caso contrario, significaba que las cosas así habían ocurrido. La joven, aterrorizada, abrió las puertas del ropero, y fue en ese instante que se quedó petrificada.

- Diosas...

La joven no solamente vio la ropa de Link, sino algo que nunca esperó encontrarse de frente. Un hermoso vestido blanco con grácil caída y de hombros descubiertos estaba colgado enfrente de todas las prendas, el cual se complementaba con un fino cinturón de oro colocado a la altura del pecho; debajo del mismo habían unas sandalias del mismo tono del traje, cuyas cintas se enrollaban hasta las pantorrillas. Zelda se quedó maravillada con tan majestuosa y fina imagen, sin poder creer que fuera verdad.

- Qué hermoso. – expresó, encantada.

- ¿Tanto te ha gustado?

La joven se asustó al escuchar la voz de Link hablándole, quien había abierto la puerta de la habitación sin que ella se diera cuenta. El joven se mostraba sonriente al ver a su amada tan impactada con lo que se había encontrado, cumpliendo así con su anhelada meta. Zelda se acercó hacia a él para abrazarlo con fuerza, pues se sentía aliviada de saber que su amado no la había dejado como temió.

- Preciosa, ¿te sientes bien? – preguntó, preocupado.

- Pensé que te habías ido... que me habías abandonado. – dijo con tristeza.

- ¿Qué? ¿Por qué pensaste algo como eso? Nunca lo haría.

- Porque soy una tonta. Perdóname.

- No digas eso, por favor. No hay nada que perdonar, mi amor. Tranquila. – dijo, sonriendo aliviado.

- Link, lo que está en el armario...

Lazos eternosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora