Me quedé dormido mirando el canal de dibujos animados y no cené. En mitad de la noche un estruendo me sacó de un extraño sueño en que el unicornio rosa se acercaba, me miraba y me decía con una voz ronca y masculina "Yo que vos salgo corriendo"
Los golpes se intensificaron y me di cuenta que alguien aporreaba la puerta enérgicamente. Miré el teléfono y no había rastros del dragón, así que asumí que era muy temprano. Revisé la hora para confirmar lo que suponía: eran las tres y media de la madrugada.
Me levanté confundido, medio atontado, intentando despabilarme mientras el búfalo golpeaba desesperado. "Ya voy, ya voy" dije en el tono más fuerte que pude.
Puedo atribuir mi falta de juicio a mi sonambulismo, pero lo cierto es que nunca fui muy cuidadoso, y abrí la puerta sin preguntar. En un instante pasaron tantas cosas que me es difícil decir como terminé sentado en el sillón con la nariz sangrando. Digamos que una pata peluda gigante embistió con fuerza contra mi cara, di dos pasos hacía atrás y una gacela saltó a mi encuentro arrastrándome hasta el sofá. Sí. Eso es lo más parecido a lo que sucedió.
- ¡¿Dónde está ese pelotudo?! -dijo el búfalo con la mirada inyectada en sangre y la boca llena de espuma.
- Honestamente, no se a quien se refiere. Va a tener que ser mucho más especifico.
La gacela se sonrió pero se contuvo por miedo a su jefe. El búfalo me miró molesto pero empezó a disimular su ira.
- ¿Sos gracioso? -me dijo con ironía.- Tito. Ponele un corchazo en la gamba a ver si deja de ser tan boludo.
Tito Gacela se acercó, sacó un revolver de la parte trasera de su pantalón y lo apuntó a mi rodilla.
-¡Para! ¡para! -dije desesperado extendiendo las manos- De verdad. No se a quien te referís.
- Me estas cansando pibe. Eduardo. ¿Dónde está?
Dos cosas sucedieron en ese instante. La primera, me puse feliz de descubrir que mi compañero de cuarto era real y no un invento de mi imaginación, la segunda, me preocupó que estuviera desaparecido. Una noche fuera de casa era anormal, pero no tanto como para considerarlo desaparecido.
- No sé. Llegué del trabajo y no estaba. Pensé que había salido -dije con una velocidad que amalgamaba las palabras en un balbuceo casi incomprensible.
- Me parece que dice la verdad jefe -dijo Tito.
- Callate. -le dijo mirándolo de soslayo y volvió a mí- Escuchame. No sé si Eduardo es tu amigo, tu amante, tu hermano, no me importa. Esa cucaracha tiene mi elefante y si no me lo recuperas para mañana a la noche sos boleta. ¿Está claro?
Creo que es momento para hacer otra aclaración de mi condición. A veces cambio las palabras en mis recuerdos, los simplifico, otras, las palabras se cambian mientras las escucho de la misma manera en que cambio la apariencia de las personas. "Locura en vivo y en directo" le digo. Es muy molesto de hecho.
- Perdón. ¿Dijiste... tu elefante? -pregunté temeroso de incitar más su violencia.
- De verdad, pibe. ¿Estás drogado? -dijo poniéndose la mano en la cara con frustración- Vamos de vuelta. Y es la última. Eduardo. Elefante. Mañana a la noche. ¿Estamos?
-¿Sí? -respondí dubitativo.
- Vamos. -dijo exasperado mirando a don Gacela que no podía seguir conteniendo la risa.- ¿De qué te reís boludo?
- Está re puesto -dijo excusándose.
- Volvemos mañana. -me dijo Billy (así le puse porque no sabía su nombre) mirándome severamente- Espero por tu bien que hayas encontrado mi elefante.
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¿Dónde está la cucaracha con la que vivo?
ActionEl problema de Gustavo no es que no diferencie la fantasía de la realidad, es que ya no le importa, y su condición será un verdadero problema cuando su compañero de cuarto desaparece.