Salí del hotel y miré el cielo. Estaba tornándose rosa, lo que implicaba que el día se terminaba y con él mis probabilidades de seguir con vida. El Búfalo vendría por mí y no tenía nada que ofrecerle; ni el paradero de Eduardo ni el elefante.
Observé los autos desfilar por la calle, se deslizaban como jabones mojados. Mi mente fue convirtiendo la intersección en canaletas con agua inclinadas donde los jabones pasaban a toda velocidad dejando burbujas a su paso. En ese momento, tres jabones llegaron juntos al punto donde las canaletas convergían. Volaron pedazos y se formó una pila de burbujas que volaban por el aire.
Alguien pasó corriendo junto a mí y un pato de hule gritó "¡llamen a la policía!" La escena era entre graciosa y confusa. Me quedé de pie observando el caos cuando una idea invadió mi mente.
Salí corriendo en dirección opuesta, abriéndome paso entre jabones y esponjas que se detenían a ver el accidente. Saqué el celular y llamé al Buitre.
- No sé donde está Eduardo, pero tengo el elefante. Vení a mi casa a media noche.
- ¿Por qué a media noche? Traemelo ahora.
- Es que todavía no lo tengo. -dije mientras intentaba armar un plan que no estaba tan bien formulado como creía- Me lo van a traer. A media noche.
- Ok. A media noche estoy ahí.
Corté y busqué el número del inspector Lagartija. Lo llamé y le dije lo mismo. No estuvo tan bien predispuesto, pero indudablemente la idea de conseguir el elefante era suficiente motivación.
Finalmente me detuve frente al negocio que buscaba. Observé la vitrina como si se tratara de la entrada de un templo sagrado y comencé a reírme como un loco.
"Esto puede salir muy bien, o puedo terminar muerto. Como sea todo terminará esta noche" pensé.
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¿Dónde está la cucaracha con la que vivo?
AcciónEl problema de Gustavo no es que no diferencie la fantasía de la realidad, es que ya no le importa, y su condición será un verdadero problema cuando su compañero de cuarto desaparece.