Dejé el universo congelado un instante, como en un interludio, para tomarme un momento y recapitular lo sucedido hasta ese momento. Mi amiga la mosca gentilmente se prestó a anunciar este breve pero necesario análisis.
Eduardo, la cucaracha que estaba en la puerta con una caja de pizza, había desaparecido el día anterior. Al parecer, antes de hacerlo, había acordado conseguir un elefante de cerámica lleno de droga para un mafioso llamado (Billy le puse porque no sé su nombre) Bustamante. Que era ese búfalo con un revolver que estaba ahí, cerca de la puerta. Como era de esperarse, el búfalo no tomó a bien la desaparición y vino a mi casa junto a la Gacela esa que estaba detrás de él, a la que se le acababa de caer el cigarrillo, y me rompió la nariz.
Me dijo que tenía hasta ese día para conseguir el elefante, aunque le dije que no sabía dónde estaba. Llamé a mi jefe, que es el Buitre sudoroso que estaba ahí acuclillado, y le dije que me habían robado. Resultó que conocía a Eduardo y la historia del elefante. No se bien cómo, pero parece que eran algo así como socios o era su financista, o no sé. La cuestión que el Buitre me ofreció plata a cambio de darle el elefante a él en lugar de dárselo al búfalo. Le dije que aceptaba solamente porque quería que me llevara a un hospital porque tenía la nariz a la miseria.
- Yo te lo dije -interrumpió la mosca.
Sí. Bueno. En el hospital conocí al inspector Torres, que es la lagartija que extendía el arma ahí, del otro lado de la mesita de café. Parecía un policía inepto pero resultó ser un corrupto. Él también quería el elefante.
Sin saber que hacer, falto de pistas sobre la ubicación de mi compañero. Fui a un bazar chino y le compré a una tortuga un elefante de cerámica que salió más caro de lo que esperaba. Me metí a un supermercado y compré un paquete de harina y metí un poco adentro de la estatuita. Tiré lo que me sobraba porque, realmente, no soy un buen cocinero y no sabía que hacer con tanta harina.
Fui a mi casa y convoqué a los tres. Esperaba que se pelearan por el elefante (tal vez se mataran entre ellos) y aprovechar el revuelo para escaparme y desaparecer antes de que se dieran cuenta que el elefante era falso y estaba lleno de algo que no tenía más valor que como materia prima de unas ricas galletitas.
Justo cuando estaba a punto de escaparme apareció la cucaracha con una pizza. Si me preguntan, es una actitud loable de su parte: desaparecer veinticuatro horas y traer la cena para disculparse.
Y ahí estábamos. Listos para ver que iba a pasar. Ahí saqué la pausa y seguí. Perdón, pero necesitaba aclarar las ideas.
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¿Dónde está la cucaracha con la que vivo?
ActionEl problema de Gustavo no es que no diferencie la fantasía de la realidad, es que ya no le importa, y su condición será un verdadero problema cuando su compañero de cuarto desaparece.