Ya había llegado el día. El día en el que cambiaría mi vida para siempre. El día d emi compromiso con Nathaniel. Con mi primer amor. Con el delegado principal de mi secundaria. Con el que había cambiado mi vida a 180°.
Me encontraba en los vestuarios de la Iglesia. Mis padres habían trabajado muy duro para ayudarme a elegir todos los preparativos, música e invitados que iban a venir. Por supuesto, no dudé en invitar a todos mis más fieles amigos del instituto, e incluso a algunos compañeros del trabajo. Ya que...sí. Nathaniel logró colocarse como escritor de libros juveniles en una de las editoriales más importantes del país. Yo, al final, decidí por estudiar medicina general. No era trabajo fácil, pero con el tiempo, me fui dando cuenta de que mi intención en la vida era ver a las demás personas felices, y sanas. Él estaba recaudando bastante dinero con su propio trabajo, y eso, quiera que no, me ayudaba bastante a mantener el apartamento, y a poder vivir como nos merecíamos.
Rosalya y Alexy me ayudaron a escoger el traje. Aunque más bien...Fueron ellos los que lo diseñaron, junto con el de Nathaniel, claro. No es porque lo diseñaran ellos, pero eran unos trajes preciosos. No se parecía en nada a los trajes tracicionales de bodas. Y les agradecí. Realmente, me di cuenta, de los buenos amigos que habían sido conmigo hasta entonces. Eran increíbles.
- Bueno, ya va siendo hora de salir, mi amor. ¿Estás nerviosa, no es así? -preguntó mi madre, mientras le daba los últimos retoques a mi cabello, con una sonrisa.
- La verdad es que sí. Pero estoy muy feliz. -le confesé, emocionada y apoyando una mano en mi corazón, quien no paraba de bombear a mil por hora.
- He pasado por ello. Pero no te preocupes, lo harás fenomenal.
Contestó, extendiendo mis brazos para invitarme a ellos y poder compartir un precioso momento con ella. Le agradecí con todo mi corazón que me apoyara en esto. Me comprendía y me apoyaba, como nunca nadie había hecho. Y es que sí, era mi madre, después de todo. Pero eso no significaba que todas las madres fueran iguales. Después de aquel emotivo momento, se separó de mí y me tomó del codo, dispuesta a salir de un momento a otro.
Se abrieron las puertas, y con ello, toda la gente que permanecía sentada en las gradas, se levantaron y voltearon a verme. Sentía como los colores subían a mis mejillas, nerviosa. Si prestaba atención, podía contemplar la figura de en frente. Nathaniel. Vestido con el precioso traje que habían diseñado mis mejores amigos. Se veía hermoso. Más hermoso que nunca, y no lo digo por el traje. Si no por su ser. Pude notar como sus ojos brillaban. También estaba nervioso, y emocionado. Y aquello, me colmaba el corazón. Luego de ir caminando poco a poco con mi madre por la alfombra y pensando en los posibles accidentes tontos que podía cometer, logré llegar a su lado.
Él me dedicó una preciosa y dulce sonrisa, brindándome confianza y total seguridad. Acto seguido, el cura de la parroquia, comenzó a hablar, dando empiece a la ceremonia.
- Ahora...Si tienen algunas confesiones que decirse el uno al otro, Dios y todos los presentes, estaremos encantados de escucharles. -pronunció el sacerdote, mientras notaba como Nathaniel asentía y se volvía hacia mí.
- La ceremonia no dura tanto como para que tenga que confesar todo lo que siento, pero...Intentaré hacerlo. -confesó, levantando una de sus manos para acariciarme la mejilla con sus frágiles dedos.
Asentí, sonriendo ampliamente, y esperando ansiosa por sus próximas palabras.
- Querida Sucrette...Realmente, no sé por donde empezar. Desde que te conocí...No sabes las grandes emociones que me has hecho sentir. Algo...que nunca nadie, había hecho en mí. Cambiaste mi vida, para siempre. Me...salvaste de aquel infierno en el que estaba atrapado, y que si no hubiera sido por ti, en este momento, seguramente ni siquiera estaría en este mundo.
Respondió, soltando un pequeño suspiro y haciendo una breve pausa, para a continuación mirarme a los ojos, para seguir continuando.
- Te mereces el cielo. Todo lo bueno en este mundo. Sinceramente...Estas palabras no son nada para lo que en verdad siento. Y es que, aunque ya llevemos bastante tiempo juntos, mi corazón se sigue acelerando cada vez que me sumerjo en tus ojos. Es algo maravilloso. Y también quiero decirte, que a partir de este momento, prometo serte fiel en todo momento. Prometo hacerte la mujer más feliz, y estar contigo tanto en lo bueno, como en lo malo. Tanto en la vida, como en la muerte.
Aquellas palabras fueron las gotas que colmaron el vaso. Una inmensa necesidad de llorar de la emoción se apoderó de mí al instante. Intenté contenerme. Mi madre y Rosalya me habían dicho varias veces que ni se me ocurriera llorar, pues el maquillaje se correría sobre mis mejillas, y arruinaría todo. Pero es que me fue imposible. Lo amaba. Lo amaba tantísimo, que me olvidé de todo lo demás.
- Tú también te mereces todo. Eres...lo más hermoso que tengo. También prometo estar para ti en los malos, y en los buenos momentos. Porque...eres mi vida.
Contesté, con la voz quebrada, comenzando a llorar mientras lo miraba con una inmensa emoción. Me sentí mal conmigo misma, pues me hubiera encantado dedicarle las palabras que se merecía, pero mi emoción tapaba aquello.
Cuando llegué a tranquilizarme un poco, el pequeño Cris empezó a caminar con un pequeño cojín rojizo donde yacían los anillos. Nada más llegar a nuestro lado, él nos sonrió, pero si me fijaba en la expresión de su rostro, podía ver que efectivamente, también estaba llorando.
- He esperado tanto tiempo por esto...Por favor, prima, rubiales, sean felices...Ya es hora de que lo sean.
Dijo entre sollozos, mientras nos extendía ambos anillos. Nathaniel y yo nos miramos mutuamente, compartiendo una expresión de ternura y tristeza a la vez. Aún nos sorprendía, de que a pesar del pequeño cuerpecito de Cris, él pudiera llegar a temas tan profundos.
Una vez que se fue, tomé mi alianza correspondiente y con un poco de nervios, comencé a ponérselo a él en el dedo anular de su mano izquierda. Y después, él lo hizo de vuelta también.
- Dicho esto, yo os declaro, marido y mujer.
Al escuchar aquellas palabras, me acerqué lentamente a él. Pero él tuvo más agilidad y sin previo aviso, comenzamos a besarnos de una manera magnífica e increíble. Nuestros familiares y amigos comenzaron a aplaudir y a gritar por ello.
Ya está. Ya había sucedido. Y la verdad, es que no podía estar más feliz.
- Prometo...Cuidarte y amarte, para toda la vida. Ni siquiera la muerte nos podra separar, lo prometo.
Respondió, con total seguridad y entrelazando sus manos con las mías, con delicadeza. Con una de sus manos libres, me tomó del mentón e hizo que no hubiera ninguna posibilidad de separarnos.
Y mientras la luna se empezaba a asomar desde el costado de las montañas, nosotros comenzábamos a vivir en el mundo en el que siempre soñamos. El mundo donde reinaba la felicidad y la maldad ya se había disipado. Un mundo lleno de amor. Un mundo donde nosotros mismos seremos los reyes de este. Y es que...
Él me había cambiado la vida.
ESTÁS LEYENDO
Nathaniel x Sucrette "Tú me cambiaste la vida"
RandomNathaniel es el tipico chico formal e inteligente del instituto Sweet Amoris. Siempre está al cargo de todo lo que surge en la escuela. Sucrette es la chica nueva de Sweet Amoris. Nada más llegar no tiene ninguna esperanza de que todo vaya bien, pe...