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Era jueves por la tarde y yo corría por las instalaciones de una de las empresas de talento más elegantes de Seúl en nada más que un par de mallas negras.Mis zapatillas producían un fino chirrido cada que giraba en un corredor intentando buscar el elevador y no se me pasaba la cara de desconcierto de varios desconocidos.Sobrepasaba a una masa de personas con un claro sentido de la moda, aparentemente de mi misma edad, cuando encontré finalmente mi objetivo.

-¡Con permiso!-Solté en español, intentando hacerme paso entre las personas que buscaban entrar al ascensor, para luego darme cuenta de mi despiste-¡Con permiso!-Repetí nuevamente, esta vez en coreano.

Tuve que ignorar olímpicamente la mirada de varias mujeres, las cuales me miraron con reprobación mientras ingresaba a la estrecha y elegante caja de metal.Incluso escuché a una de ellas, claramente mucho mayor que el resto, mascullar con un tono desagradable:

-Extranjeros...

La ignoré.Sin embargo, ella continúo resoplando y haciéndole comentarios desagradables a su acompañante.Intenté mirar fijamente los números mientras recorríamos los diferentes pisos pero claramente ella no planeaba callarse.Hasta yo detectaba la clara incomodidad de las personas que nos rodeaban, mientras acomodaba mis rizos en su lugar y rogaba por algo de paciencia.Al final, ya no pude soportarlo.

-No sé por qué los contratan, claramente no son para nada profesionales.Para colmo, nosotros somos quienes los mantenemos.Tan solo mira que desaliñada está y que imprudente fue al entrar, ni siquiera hizo una reverencia a sus mayores...-Estaba diciendo.

Bien, eso era cierto, pero eso es porque muchas veces olvidaba detalles como aquellos.No había sido intencional y ella no tenía por qué saberlo tampoco, pero no tenía por qué ser tan desagradable.Detestaba a la gente que se proponía a toda costa arruinar el humor y el día de otra persona sin siquiera conocerla y de esa manera.

Esperé hasta llegar al sexto piso y a que las puertas metálicas se abrieran antes de voltearme hacia ella, mientras varias personas bajaban.Solo quedamos cuatro personas en este.

La mujer me miró de abajo hacia arriba.

-¿Señora?-Le dije con una sonrisa-Solo quería que supiera que aunque mi coreano no es tan bueno, puedo entender todo lo que está diciendo.

No se me pasó por alto la forma en que su rostro se tornó pálido.Al instante miró a las personas a su alrededor, las cuales parecían estar tratando de ignorar lo que estaba sucediendo con un aura bastante incomoda y con la mirada fija hacia el frente.La mujer a su lado con la que había estado hablando, la cual sostenía un anotador y vestía como una recepcionista, se me quedó mirando como si no pudiera creer mi atrevimiento.Yo la ignoré.

La mujer, al percatarse de que en realidad sí pude entenderla durante todo el rato, comenzó a balbucear cosas torpemente.Por supuesto, no con intención de disculparse, lo supe en el instante: las personas como ellas eran un caso perdido.Lo mínimo que podría hacer era justificar sus desagradables comentarios con otros aún más racistas y dejarse más en ridículo.Eso me habría encantado, pero como nadie parecía dispuesto a decirle que estaba siendo una maleducada, me tomé la molestia de hacerlo de la mejor forma que se me ocurrió.

Tragándome todo el desagrado atascado en mi garganta, le sonreí y escuché todos sus apresurados balbuceos, antes de sacar un folleto de mi bolsillo.En el instante interrumpió sus palabras y descendió sus ojos negros hacia el pequeño trozo de papel.

-Quisiera invitarla al espectáculo.-Me expliqué sin quitar la sonrisa de mi rostro, extendiéndole el folleto de mi próxima presentación con esa misma compañía de baile.

Dancing queen » KinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora