7.

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—Dímelo de nuevo.

Mantuve mis ojos prendidos al fino cristal del ventanal a unos metros de nosotros, separándonos de la bulliciosa y brillante Seúl, donde apenas si se divisaban las estrellas debido a los carteles luminosos que adornaban los edificios.Más allá de las pequeñas nubes la luna se alzaba del grosor de una uña.Mi cabeza reposaba sobre mi propio brazo extendido, sobresaliendo de la manta que ambos colocamos con anterioridad en el suelo.Mis rizos estaban húmedos en la nuca y descontrolados en el resto de mi cabeza, oscuros como la canela en las puntas, negros en la raíz.

—¿Baby?

El aliento de Kino revoloteó en la zona de mi espalda, tan cálido que me  erizó la piel, mientras delineaba las pequeñas lineas que surcaban mis glúteos y la parte superior de mis piernas como si fueran los trazos de un pintor.No entendía por qué tenía tanta adoración con las estrías que adornaban mi cuerpo, las cuales recorría con su tacto y su mirada como si fuera un niño embelesado.Pero no me sentía mal al respecto de ellas y, como todo con Hyunggu, no sentía la necesidad de ocultárselas.

—¿Hmm?—Susurré, entre adormilada y satisfecha.

—Dime otra palabra rara.—Pidió distraídamente, bien bajito.

Reí por lo bajo y el cantarin sonido quedó algo ahogado por la almohada que presionaba mi mejilla.

—Dejame pensar...—Pensé al respecto, haciendo memoria—Ataraxia.

—¿Y qué significa?

Pestañeé, sintiendo los parpados pesados.El reloj en la pared marcaba las cuatro y quince de la mañana.Yo apenas podía mantener la conciencia debido al día movido que habíamos tenido entre presentaciones y prácticas, pero Hyunggu sufría de un serio insomnio últimamente, lo cual significaba que nos embarcábamos cada noche en largas charlas nocturnas como aquella.Y como recientemente había descubierto mi extraña capacidad de almacenar palabras raras e inútiles en mi cabeza, él parecía estar explotándolo al máximo.No tenía idea de qué lo tenía tan inquieto últimamente, si era el trabajo o qué, pero sabía lo que el silencio podía hacer y los pensamientos que suele acarrear consigo.Lo cierto es que no quería dejarlo solo, al menos hasta que estuviera listo para decirme qué surcaba su cabeza cada noche.

—Un estado absoluto de serenidad e imperturbabilidad.—Le expliqué, volteandome ligeramente y haciendo que sus manos abandonaran mis curvas, para poder apoyar mi cabeza sobre mi puño cerrado—¿Sabés?—Lo observé con una mueca divertida—Creo que esto no cuenta como una charla sucia.

Él alzó y bajo sus cejas de una forma sugestiva, haciéndome sonreír.

—¿Quién dijo eso?

Reí mientras él trepaba sobre mi cuerpo, depositando húmedos y suaves besos en la línea de mi mentón.Luego lo dejé hacer lo que quisiera de mi cuello, abrazando su cuello con mis brazos.

—Cuéntame más.—Me susurró en la oreja con un tono exageradamente sensual, causando que mis carcajadas no se detuvieran mientras sus dientes mordían el lóbulo de mi oreja.

—Epifanía.

—Mmh-mh...—Gruñó con diversión en la línea de mi cuello—Más.

—Acendrado.—Comencé a enumerar, conteniendo a penas la risa—Litost, serendipia, sigil, liberosis, filofobia, liberosis...Ah.—Mis risas se esfumaron bruscamente, al igual que mi voz, cuando sus labios bajaron a la línea de mis pechos y comenzaron a hacer cosas extrañas con mis hormonas—Kino.—Jadeé en modo de advertencia.

Pronto mis palabras se volvieron un sin sentido de jadeos entre sus caricias.Entonces, él alzó su cabeza momentáneamente y me lanzó una sonrisa inocente, mientras sus dedos dejaban un rastro de fuego en mi piel por donde quiera que pasaran.

Dancing queen » KinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora