5.

513 40 19
                                    

Días después vimos la competencia por TV, comiendo palomitas acurrucados en el sofá de su departamento y observando de cerca cada uno de los pasos de las parejas sobre la pista de baile.Yo tomé una cinta para el cabello y se lo até en la cima de su cabeza en una pequeña coleta, pensando que se quejaría, pero aunque renegó un poco acabó dejándome.

—Nosotros lo hubiéramos hecho mejor.—Me decía cada que alguno de los bailarines hacía algún espléndido truco, dejando a los jurados boquiabiertos.

Entonces yo empujaba palomitas dentro de su boca y le decía que se callara, lo cual nos llevaba a una guerra de cosquillas la mayoría de las veces.Lo cierto es que, aún a través de aquellos momentos de risa, yo seguía sintiéndome culpable de que no fueramos nosotros quienes se pararan sobre el podio para recibir el premio a todos nuestros esfuerzos, y creo que tú lo sabías...por eso mismo buscabas alegrarme a toda costa.

Allí está el asunto: Hyunggu siempre fue y será la persona más desinteresada con todo lo que respecta a él, pero la más atenta cuando se trataba del otro.Por ello mismo tuve que tragarme mis propias palabras cuando realmente me dejó entrar y me percaté de que no era tan intocable como lo parecia en la academia.De hecho, me encontré con una persona cálida revestida en toda esa disciplina y ojos flamantes, contenida en la mayor parte de los aspectos de tu vida, pero que salía a flote en momentos como aquellos...momentos donde nadie estaba allí para presenciarlo, excepto yo.Para presenciar de primera mano aquél desinteresado abandono con el que se burlaba de mi expresión boquiabierta o la forma en la que, distraída, no conseguía llevar el sorbete de mi pepsi a mi boca y acababa derramandola por el camino porque no me alcanzaban los ojos para mirar las escenas en el televisor.Todo para hacerme sentir mejor.Todo para remover aquella angustia y culpa veladas en mi forzada expresión desinteresada.

—Ese premio debería haber sido nuestro.—Se me escapó en determinado momento, mientras el presentador daba el cierre a la ceremonia de premiación.

No lo dije exactamente por mí.Lo dije por él, porque sabía que era una oportunidad sumamente importante y que la competición sería televisada, lo que abría un sin fin de puertas para cualquier bailarín en Corea si eras lo suficientemente bueno.Y se perdió de ello, ambos nos perdimos de esa gran posibilidad, por otra de mis irresponsabilidades.

Kino vivió toda una vida dedicada a la disciplina, todo por su sueño.Y ahora, yo me había interpuesto en una parte del trayecto en el viaje sumamente importante.¿Cómo podía no sentirme responsable por su tobillo lastimado, por frustrar todas nuestras tardes y noches de ensayo? ¿Cómo no comparar lo que yo sentía con lo que seguramente estaría sintiendo él?

—Habrá otros premios.—Me dijo, regalandome una mirada de soslayo—Después de todo, tú eres la dancing queen, ¿no?

—¿Cómo es eso?—Me alcé sobre mis codos y lo observé, entre curiosa e irónica—¿Y vas a presentarme a esa reina o qué?

Arrugó su nariz, descontento con mis palabras.

—No necesito hacerlo.—Bajó el volumen de la televisión, ahora pasando al canal de noticias una vez finalizado el espectáculo, y se acomodó en su lugar—Tú eres un dinosaurio musical.¿Vas a decirme que no conoces esa canción? El otro día la escuchabas en el autobús mientras íbamos hacia las prácticas.

—¿Cuál canción?

Dancing queen.—Respondió con un acento cómico—Te quité uno de los auriculares, ¿recuerdas? Por eso sé que te gusta.

Kino solía hacer eso.Cuando menos me lo esperaba, cuanto más quería distanciarme del mundo, él irrumpia en mi burbuja con pequeños actos como quitarme un auricular y escuchar una canción conmigo durante un viaje.

Dancing queen » KinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora