Amelia Walker, Muerte© Parte 1 PRÓXIMAMENTE EN AMAZON (EBook)

III (Tribus)

Lo sabía, sabía que no vendría por mí, siempre considera a Luke en todo. Absolutamente todo, desde que iba a scout hasta las presentaciones artísticas, los padres de Oliver están presente, son como los reemplazantes.

- Amelia, estamos en el aeropuerto... – colgué

Camine cabizbaja, quería un abrazo confortable que solo una abuela te entrega para estar en paz.

Marta, noto mi rostro. Busque la formula o una manera de evitar las lágrimas – desde que estuve internada – no puedo controlar esta acción.

Ella intento dar un abrazo.

- Hola, quiero ir a casa – subí a la vieja camioneta

- Nos alegra verte – Noah procuro variar el tema – Fueron muchos meses de silencio en casa

- Acomódate, será un largo viaje – entro Marta en parte del copiloto

Noah encendió su auto. Opte por colocar mis auriculares, abrí Spotify para poner "One Last Time" de Ariana Grande. Quería evitar a toda costa, las conversaciones o nuevas ideas para olvidar el desastre que cometieron mis padres.

Acaso, ¿Luke no tiene dinero para pedir un Uber?

Pues claro, no tiene ni un peso y tiene que jugar con el dinero que le entregan de la beca donde siempre se la gasta en sus tontas fiestas, en donde lo único que hace es quedar borracho. Cuando tenía 14 años lo vi drogado, borracho e incluso meado. Recuerdo los gritos de mamá por el castigo que le dieron, un mes sin mesada y sin auto, dejo de comer por dos días.

A través del retrovisor, vi que Marta hablaba, detuve la canción.

- Perdón, quería escuchar música – encogí de hombros

- Estas muy pálida, pensamos llevarte a la playa

Sonaba un gran plan, pero quería tomar un baño, pintar un cuadro, así como lo decía la maestra del taller de artes emocionales.

"Encuentren la emoción perdida"

- Gracias Marta, pero quiero descansar – negué la idea de distracción

- Entonces, vamos a ir buscar tu obsequio de bienvenida – Noah detuvo en un semáforo – Es una sorpresa, pensamos que te podrá ayudar en tu recuperación y lo veras con tus propios ojos – continuo el camino que iba poco a poco transformándose en un flora y follaje.

Nos detuvimos en una granja, que a su vez se expandía hacia otras que se alejan de la ciudad. Bajaron del auto para saludar a un hombre de mediana edad que tenía una cuerda para sostener un caballo. Cruzan un par de palabras, Marta comienza hacer señas.

Se acercó, abrió la puerta trasera derecha.

- Llegamos.

- ¿Dónde estamos?

- Por ahora vamos a caminar hasta la casona – tendió su mano

Coloque mi brazo entrelazado, para mantener la compañía. El sol penetra muy fuerte, sé que todavía falta que la vista siga acostumbrándose a los colores.

Mis sienes duelen, era idéntico a cuando se come una gran cucharada de helado. Sensibilidad.

- Tranquila, aun debes ir despacio – poso su mano izquierda por la columna

- Es mejor que vuelva a la camioneta

- No, sigamos. Nos queda muy poco

Unos ladridos de sabuesos, relinches de caballos y mugidos de vacas. La canción del viejo McDonald.