XIV (Quattuor)

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¿Cómo es lidiar con una depresión sin que alguien notara mi dolor? No es simple. Debes buscar muchas formas y maneras para actuar frente a tu alrededor, sabiendo que una de esas personas entenderá tu dolor, o pueda escucharte.

Después de volver de la fiesta, intente no llorar por la noche – fue la peor idea – tuve que mantener los sollozos muy bajos, porque mamá llegaría en cualquier momento a preguntar sobre mi llanto. Y a ella no podía mentirle. El primer día no pude dormir pensando en la carta, que leí dos veces para seguir abriendo la herida, fui una masoquista. Apenas probaba bocados o tragaba la comida, pero al final del día todo llega hasta el inodoro, esta vez no podía decir que eran las pastillas. Era mi dolor, ese dolor tan profundo que por mucho tiempo se guarda, no sabes lidiar ni mucho menos aguantar dentro de tu ser.

El tiempo seguía avanzando con mi familia, entre preparativos, comidas, bailes, ensayos de votos de amor, prueba de vestuario y fotografías, mi rostro no cambió ni se inmuto ante todos los comentarios que recibía.

"Amelia, ¿Estas bien?".

"Amelia, ¿Quieres agua de melisa?".

"Cariño, ¿Puedes probarte el vestido otra vez?".

"Mel, debes comer aunque sea la mitad del plato".

Cuestione mi culpa sobre el suicidio de Matt, ¿Cómo mierda nadie noto sus síntomas? ¿Cómo no fui capaz de escuchar sus penas? ¿Por qué no dijo la verdad? ¿Por qué mierda se fue? A través de la ventana veo a los niños jugar en bicicletas, formar burbujas, dibujar con tizas en el asfalto y oír sus risas, esas honestas sonrisas que los convierten en seres inocentes a lo que pasa con su círculo. Y esas mismas risas escuché por tantas noches, después de hablar por la mañana en el jardín antes que llegaran nuestras familias.

En mis sueños sigo oyendo sus risas desde el taller, veo sus ojos llenos de vida. Observo sus manos cubiertas de vendas – en donde solía inyectar sus drogas – su rostro no es el mismo, está perdido entre el cuadro y la pared. De pronto comienza a caer sangre desde su nariz, desde su boca hasta por sus oídos.

Hasta que se oyen gritos de dolor.

Luego de un mes del trágico evento – no tenía otro nombre o título para colocar –, un día jueves cerca de las tres con veinte minutos, unos ahogados llantos despertaron a mi madre. Entro con un bate de béisbol pensado que habían ladrones en casa, era su hija menor llorando contra la almohada mirando hacia la ventana.

Ella enciende la luz, no puedo ver a su cara por la angustia que sigue en mi pecho. Continua con sus caricias en mi cabello, hasta que intenta averiguar qué ha sucedido.

No ha salido ninguna palabra de mi boca.

- Cariño, ¿Has tenido una pesadilla? – dijo mientras intenta ver mi rostro, se lo niego – Mel, sé que todo esto es difícil para ti, debes entender que ahora estamos pendiente de Luke – beso mi cabeza – Por favor, no quiero oírte llorar

- Es mi culpa, siempre ha sido mi culpa – confesé – Desde que nací hasta ahora, ni siquiera he podido salvarlo de la muerte

- Eso no es cierto – ella seguía negándolo, pero era cierto – Llegaste en un momento muy importante donde habíamos perdido la fe – seguía buscando mi rostro - ¿A quién no has podido salvar?

- A la única persona que me ha salvado de mis culpas – volteé para vernos cara a cara – Perdóname – di un fuerte abrazo

- Está bien, te perdono – volvió a besar mi cabeza

Limpió mis lágrimas.

En la puerta vi a un Luke soñoliento y papá con el rostro preocupado – este venía con un vaso de agua –, se acercó a entregarme un abrazo. Observe que quería escuchar la historia.

Amelia Walker, Muerte© Parte 1  PRÓXIMAMENTE EN AMAZON (EBook)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora