Capítulo 01.

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“O ka honua ka mea āu e manaʻo ai. Significa; el mundo es lo que crees que es.”— proverbio hawaiano.

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Cueva colmillo, un pequeño pueblo situado cerca del monte Hood con la ciudad de Portland cerca. Un lugar hermoso y frío. Circce odia el frío y vaya que lo esta sintiendo en este momento. ¿Qué clase de humano va a 150km/h...? Muchos. Pero solo Circce con la cabeza en sus problemas ocasiona que casi choque con un maldito camión. Solo Circce, alias, el gallo hei-hei se presenta ante ustedes.

Para rematar hizo su hazaña suicida un domingo por la noche, mínimo un sábado, Circce. Ese día la carretera del mirador pasan más autos, no como ahora que nuestra hawaiana es la única humana entre la carretera desolada y el denso bosque que es una de las características de Cuve Fangs al igual que la reserva natural al pie del monte Hood y los cotidianos aullidos que opacan el silencio de la noche. Vaya lugar para casi morir atropellada.

Circce se mudo hace una semana al pueblo junto a su melliza y no hay día que los aullidos no se oigan al caer la noche a excepción de hoy ¿Por qué no se oye nada? Es una de las preguntas que se hace la chica todavía en la tierra. El cuerpo de la azabache mostraba resistencia a los intentos de esta por levantarse y alcanzar su moto a menos de treinta centímetros de ella. Cuando esquivo el camión derrapó por el lado del bosque y se soltó al irse de lado por esta acción. Menos mal, porque sino la moto le hubiera caído sobre una pierna y esto comenzaría con más drama de lo que por si empezó.

— Auchs...— se quejo ella sin saber si poner las manos sobre sus piernas que le duelen por el impacto o la cabeza. El mundo le daba vueltos y todo estaba bastante oscuro. Circce fue levantándose de a poco para tomar la moto y ponerla de pie. Tan solo verla en esta oscuridad la azabache supo que deberá mandarla nuevamente al taller de los Martinez. Que desperdicio de dinero, recién en la tarde saco su moto de ahí.

Circce dejo de lamentarse por su suerte para empezar a maldecir a la misma cuando en medio del silencio de la noche sonidos extraños empezaron a salir de la profundidad del bosque asustando a cualquiera, incluso a la calmada chica. Nadie puede mantener la calma cuando parece que te saldrá el mismísimo chupacabras ni siquiera Circce Conrad.

Se apuro en poner en pie la moto para irse como una verdadera gallina de aquí pero se descuido, quito la vista del bosque para poder encender la moto y gracias a eso no vio la gigante bestia que la chocó, casi como si buscará hacer lo que camión no lo logro y vaya que lo hizo. La gran bestia cuadrúpeda de color marrón no iba tras ella pero desgraciadamente se la llevo por el medio además de dos árboles.

— ¡Mi nariz! —chillo Hazard el lobo marrón, ignorando que logró noquear a Circce por el golpe que se dio esta contra el suelo o la moto detrás de él, Hazard solo cubría con sus patas su hocico lastimado.— ¿Quién puso este árbol aquí?

Imaginó que una ardilla más distraída que tu...— murmuro un lobo blanco más grande que Hazard. Sobretodo cuando este aulló al destransformarse provocando que sus extremidades cambiaran de posición y tamaño al igual que disminuyera las zonas con pelo. El proceso de cambio de forma con el tiempo dejaba de doler, sobretodo cuando esto ocurre por primera vez a los dieciséis.

— Callate, Danger.— gruño Hazard al estar en su forma humana. Hazard era el menor de los cuatros y quien más se parecía a su padre con los ojos claros al igual que el cabello. Él se sujeto la nariz que aún sangraba un poco, los lobos podían curarse rápidamente por lo cual solo tomaré unos minutos dejar de sufrir.

Es la tercera vez que una ardilla te jode...— comentó Danger yendo detrás de un árbol para hacer lo mismo que Hazard. A él no le gusta mucho estar como lobo y mucho menos destransformarse con público.

C i r c.© Donde viven las historias. Descúbrelo ahora