treinta y dos

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Lula

Miré al padre de mi hija fijamente y después a su mano agarrando mi brazo, lentamente lo saqué y lo volví a mirar a los ojos.

—No puedo, tengo cosas que hacer—mentí, no tenía ganas de hablar con el apesar de que quiera arreglar las cosas pero no era el momento por lo menos para mi.

—Por favor—insistió agarrándome de la mano para entrelazarla con la de el, me mordí los labios y después de unos segundos, negué.

—En otro momento hablamos, ahora no puedo—volví a repetir mientras soltaba su mano nuevamente.

—¿No podés o no querés?—alzó una ceja con un semblante serio.

—Las dos cosas—me sinceré haciendo que el abra sus ojos de par en par. Lo mire y vi como de a poquito se iba asomando un puchero en sus labios—No hagas eso.

—Necesito hablar con vos por el bien de Giu—acotó haciendo que lo mire a los ojos fijamente y los entrecerrará.

—¿Ahora te venís a preocupar por el bien de la nena cuando después me tratas horrible por las cosas que me dice o hace tu compañero de fútbol?—recriminé—Lo que yo sienta después de que discutimos parece que te da igual Paulo, sabes lo mal que lo paso, te haces el caliente y me contestas mal, haciendome creer que yo tengo la culpa de todo.

Solo se limitaba a mirarme.

—Parece que no entendés que te amo de verdad y no sería capaz de serte infiel nunca porque te amo y porque tenemos un hija en común—solté un suspiro—El día que lo entiendas, vení a buscarme, voy a estar con las puertas abiertas...porque yo ya estoy cansada de ser la que te busca y la que quiere que la relación esté bien.

—¿Me estás diciendo que querés un tiempo?—preguntó sin entender, asentí—Sabes como terminan las relaciones cuando se dan un tiempo y yo no quiero terminar así con vos.

—Estoy cansada de esto Paulo, necesito un tiempo para pensar y aclararme pero sobretodo para relajarme y despejarme un poco de todo.

—Si querés que cortemos decimelo Lula, no quiero que me digas que “querés un tiempo” para que después yo te espere y me digas que lo sentís pero que no querés nada más conmigo, porque esa es una de las cosas que más me dolería—contestó con los ojos cristalizados. Me tenía que ir ya.

—Me tengo que ir—acoté cambiando de tema, no quería hablar más. El me miro fijo y no pude evitar sentir una puñalada en el pecho, me dolía verlo así—Cuando vuelva tu mamá decile que lleve a Giu a casa.

Se pasó la mano por toda la cara y me miró nuevamente con los ojos un poco aguosos, con el dorso de la mano se sacó las lágrimas que intentaban salir.

—¿Que tengo que hacer?—preguntó, fruncí el ceño sin entender a lo que se refería, entonces agregó:—Para que volvamos.

córdoba ; paulo dybala Donde viven las historias. Descúbrelo ahora