treinta y siete

7K 386 22
                                    

15 de octubre de 2019
Mykonos, Grecia.


—Estoy cansada—hablé cuando me tiré en la cama y me acomodé.

—Dale, vamos a salir—me animó el cordobés mirándome, hice puchero estaba súper cansada del viaje y me dolía todo.

—¿No podemos dormir un ratito?—lo miré con cara de perrito mojado haciéndolo reir, se acercó hasta mi y se agachó para ponerse a mí altura poniendo sus manos a mis costados para no aplastarme—Porfa.

—Vamos—insistió con una sonrisa y besó mí puchero con delicadeza, con pocas ganas se lo respondí—Gorda dale, no vinimos para dormir.

Bufé y me levanté para ir a cambiarme, íbamos a ir a la pileta del hotel en el que nos hospedabamos.

Cuando terminé salí del baño y guardé las cosas que íbamos a utilizar en el bolso, sentí las manos del cordobés en mí panza y su cara apoyada en mí hombro.

—Te extrañé mucho—susurró dando un suave beso en mí hombro, inconscientemente sonreí, yo también lo había extrañado.

Lo habíamos hablado al día siguiente y como regalo de reconciliación me regaló un viaje a Grecia para nosotros dos solos por dos semanas.

Necesitábamos tiempo para nosotros, alejados de todo el ambiente que había en Argentina.

—Yo más—respondí después de unos minutos de silencio, sus besos subieron a mí cuello y permanecieron ahí—Paulo...

—¿Que pasa?—murmuró en mí oído y seguidamente mordió mí lóbulo.

—Vamos...—acoté con voz suave, noté su sonrisa cuando volvió a mí cuello y lo beso.

—¿Por qué no nos quedamos un ratito?—siguió y afianzó su agarre a mí cintura.

Sonreí maliciosamente y me dí la vuelta, pasé mis brazos alrededor de su cuello y lo miré fijamente, quería jugar un rato.

Me acerque a tal punto que nuestras respiraciones chocaban y nuestros labios se rozaban, bajé un poco para besar y morder su mentón.

Sonrió y acunó mí cara con sus manos para cortar la distancia sin rodeos, introdujo su lengua lentamente y se lo permití.

Bajó sus manos hasta mí cintura y apretó su agarré, subí mis manos hasta su pelo para acariciarlo mientras se intensificaba el beso.

De un momento a otro el cordobés bajó sus manos hasta mis muslos y jaló de ellos para que me subiera encima suyo.

Caminó torpemente hasta la cama y se sentó conmigo encima, me separé un momento para recuperar la respiración y acomodarme el pelo ya que lo tenía prácticamente en toda la cara.

No terminé de hacerme la colita que ya el cordobés me estaba besando desesperadamente haciéndome sonreír de lo ansioso que era.

Sus manos empezaron a hacer caricias en mí espalda y jugó con las tiras de mí bikini, hasta que finalmente las estiró haciendo que la parte de arriba se caiga.

Sin darle importancia empecé a moverme círculos encima de él haciendo que su bulto crezca de a poco.

Cuando sentí que iba a explotar, me bajé de encima y agarré la parte de arriba de mí bikini para atarmela nuevamente.

—Que hija de puta que sos—contestó bastante enojado haciéndome reír, le guiñé un ojo.

—Vamos a la pileta, dale—acoté agarrando el bolso y desapareciendo por la puerta.

córdoba ; paulo dybala Donde viven las historias. Descúbrelo ahora