cuarenta y uno

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Lula
31 de octubre de 2019
Turín, Italia.

Salí del vestidor con el vestido en la mano, prácticamente lo tenía que agarrar con las dos porque era muy grande y largo.

El vestido tenía dos partes, de la cintura para arriba era de un rosa casi desteñido con rosas decoradas, las tiras de este eran transparentes al igual que la parte de la panza, mientras que la otra parte de era rosa pastel, liso y caía de golpe.

Lo puse sobre el mostrador y me di la vuelta para ir al vestidor a ver cómo le quedaba a Dolo el suyo, el cual era de color granate con la parte de la espalda bastante abierta.

Corrí la cortina y la vi acomodándose el vestido y haciendo una lucha para abrocharse el botón que estaba detrás de su cuello.

—Para que te ayudo—anuncié entrando rápidamente al vestidor y agarrando el botón para abrocharlo—Listo.

Me sonrió a través del espejo y se lo bajó un poco más, se dio la vuelta para ver cómo le quedaba de espaldas y sonrió ampliamente.

—¿Vos qué pensas tía?—preguntó mirándome por el espejo, la miré detenidamente y estaba hermosa aparte de que el vestido era precioso y gracias a que era de tez blanca le resaltaba más.

—Te queda hermoso Dolo—respondí con una sonrisa haciéndola contagiar a ella también, se dio la vuelta y me abrazo.

—Gracias—me apretó fuerte, sonreí y le correspondí el abrazo.

Después de separarnos la dejé sola para que se sacará el vestido y se pusiera su ropa nuevamente. Mientras tanto iba mirando aquella tienda la cual me había recomendado Alicia quien ya se había comprado su vestido.

Divisé un par de vestidos chiquitos y me detuve a mirarlos ya que le tendría que comprar uno a mí hija, pero al no estar conmigo no podía probarselos por lo tanto tendría que venir otro día para probar aquellos vestidos tan lindos.

Después de siete minutos la sobrina de mí novio salió con el vestido en sus manos y lo posó en el mostrador junto al mío.

—¿Tanto van a tardar en elegir un vestido?—preguntó el hermano de mí acompañante entrando a la tienda, ella me miró alarmada ya que no queríamos que nadie viera los vestidos, era sorpresa. Le hice una seña para que vaya a entretener a su hermano mientras yo pagaba los vestidos.

Cuando termine salí con dos grandes bolsas cargadas encontrandome con los dos hermanos peleándondose y a mí novio sentado en un banco con el celular.

Estaba con una gorra y unos lentes, como de costumbre cada vez que salía a la calle, alzó la vista y esbozó una sonrisa para después pararse y acercarse a mí.

—¿Que traes ahí?—alzó una ceja e intento agarrar la bolsa que estaba en mis manos, las moví y negué—¿Son los vestidos?

—Sí, y no los puede ver nadie—informé, se mordió el labio y se acercó a mí para dejar un casto beso en mis labios—Ya vi uno para Giu.

—¿Para Giu?—frunció el ceño y asentí un poco confundida—¿Como le vas a poner un vestido a una beba de ocho meses?

—Y poniéndoselo, es la boda de tu hermano Paulo, hay que ir bien—rodé los ojos y el soltó un suspiro.

—Dejala a la nena que vaya cómoda, sabes que después se lo va a querer sacar—comentó con voz cansada—Ponele un enterito y ya está, porque después el que te tiene que aguantar enojada soy yo y quiero recompensa después de la boda de mí hermano.

córdoba ; paulo dybala Donde viven las historias. Descúbrelo ahora