Necesidad

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Los días posteriores a la muerte de mis padres eran como un sueño extraño. Recordaba que el único que estuvo a mi lado el noventa por ciento del tiempo fue un tío que me cuidó de bebé.

Su presencia se hizo como oxígeno, lo necesitaba para comer, levantarme e incluso salir. Fue el peor episodio de depresión que he experimentado en mi vida.

Lastimosamente, tres años después, la cirrosis se lo llevó también dejándome prácticamente a mi suerte. Mis padres cortaron lazos con ambas familias después de que se enteraron del abuso que sufrí a mano de unos primos en una enorme reunión.

Ese tío fue el único que se mantuvo cerca.

Así que cuando quedé de nuevo sola, con una diminuta herencia con la que debía sobrevivir, la presencia de una persona en mi vida se convirtió en una necesidad básica.

En un inicio dependia de Ana, pero cuando encontró a Octavio, mi dependencia me llevó a muchos episodios de autolesión pues sentía que estaba perdiendo mi ancla.

Hasta que Óscar llegó.

Entonces se convirtió en mi universo entero, mi existencia se redujo a la de un planeta que necesitaba orbitar a su alrededor para funcionar. A pesar de que me sacaba de su vida sin aviso y me regresaba a ella como si nada.

Lo peor era tener que permanecer en la sombra por miedo a que uno de los dos perdiera su beca.

La escuela manejaba dos tipos de ayudas económicas: beca por conocimiento y aptitudes o crédito con pago de horas. Yo estaba en la primera, Óscar en la segunda.

Y aunque era una escuela relativamente liberal, tenían ciertas reglas, como la de mantener una relación estrictamente profesional entre profesor y alumno. Algo que llevaba meses ocultándole a Ana para que no me regañara.

Óscar no solo me podía destruir sentimental y mentalmente, también podía dejarme sin una carrera. Mi dependencia era bastante grande.

Rodrigo veía el menú en sus manos con ambas cejas inclinadas hacia abajo, una ligera línea se formaba en su frente al fruncir el ceño.

—¿Eres vegano? —pregunté estudiando el lugar. Había mesas de madera, árboles frutales y flores por todos lados, música reggae ambientaba el restaurante.

Levantó la mirada; sus ojos azules eran demasiado intensos y me ponían nerviosa. Negó con media sonrisa y paseó la vista por el lugar.

—Suelo venir por la comida baja en calorías —respondió.

Lo miré extrañada e inconscientemente lo estudié, dudaba mucho que necesitara cuidarse a ese extremo. Lo escuché reír y me sonrojé sabiendo que fui atrapada.

—Comida de chicas, ¿no? —cuestionó haciendo la cabeza de lado.

Me encogí de hombros, moría por una hamburguesa con papas.

—Supongo.

Bajé la mirada a mi regazo, igual y sí necesitaba escuchar a Óscar y no comer cosas grasosas, todo parecía indicar que estaba subiendo de peso de nuevo.

—Lo lamento, no suelo comer en muchos lugares, por lo normal pido algo a la oficina; este fue el único lugar que recordé que estaba cerca —suspiró bajando la carta.

Negué con la cabeza.

—Está bien —murmuré leyendo mi menú, ¿la hamburguesa de tofu sabría bien?

—Podemos ir al Burguer King de la avenida —propuso con una sonrisa juguetona.

Sonreí muy a mi pesar y supuse que me vi como si Santa hubiera llegado con un enorme regalo.

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