Dolor

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Un bip interrumpió mi descanso; el molesto, agudo y repetitivo sonido se metió entre la oscuridad de mi mente y me llevó a la luz. Literal, había una luz sobre mi cabeza que me deslumbró cuando abrí los ojos.

Parpadeé varias veces tratando de ajustar mis ojos. Un silencioso llanto se escuchaba a lo lejos y mis muñecas se sentían raras. Como tensas pero atrapadas.

Tarde entendí que no debía escuchar, ni sentir.

Lágrimas se acumularon en mis ojos. ¿Por qué? ¿Por qué el destino se empeñaba en mantenerme con vida?

Un sollozo escapó de mi boca, me giré y con mucho esfuerzo llevé ambas manos a mis ojos.

¿Por qué? Solo quería descansar de todo. ¿Por qué no tenía derecho ni a eso?

—¿Tan decepcionante es estar viva para ti? —La voz de Ana me preguntó a lo lejos.

No contesté, dejé que mi cuerpo se estremeciera y vagos gemidos se escucharan en el lugar.

—¿Por qué? —mascullé.

—¡Eso quiero saber! —exclamó ella con enojo mientras se acercaba, escuché sus pasos y luego la vi ponerse junto a la cama—. ¡¿Acaso eres tan egoísta para causarnos un daño de ésta magnitud?!

Sacudí la cabeza varias veces mientras mantenía las manos en mi rostro.

—¡¿Acaso ese desgraciado es más importante que los que te queremos?!— Otro gemido salió de mi boca—. ¡Contesta, con un demonio! —vociferó.

—¡No quiero seguir! —grité con una voz que me desgarró la garganta—. ¡No quiero estar aquí! ¡Quiero morir, Ana! ¡Déjame morir!

—¡Eres una maldita egoísta! —escupió.

Limpié las lágrimas de mi rostro con fiereza y la miré con dureza.

—Creo que me gané ese derecho; siempre viviendo para otros, ¡ésta era mi maldita decisión y me la arrebataste! —Levanté la voz.

Cuando traté de desviar la mirada ella tomó mi rostro con su pulgar e índice evitando que lo hiciera, me miró con tanta certeza que algo en mí se incomodó y acobardó.

—Dime que quieres morir por ti, porque no soportas quién eres o lo que haces. —Pensé en rebatir pero su mirada me dejó callada, se hizo aún más dura—. Asegúrame que no lo hiciste por cómo te hacen sentir los demás, porque no logras encajar.

Sentí más fuerte el picor en mis ojos.

—Jura por tus padres que no atentaste contra tu vida porque eres diferente y yo misma te llevo al edificio más alto y te ayudo a dar ese paso —gruñó.

Y las lágrimas se hicieron sollozos, los sollozos gemidos y los gemidos gritos de agonía.

Sentí mi alma, todo mi interior resquebrajarse. El dolor y la desesperación por no saber cómo responder me ahogaron hasta casi asfixiarme.

Era un cristal estrellado por todos lados que finalmente se había quebrado.

Y dolía, lo hacía más que todas mis cortadas, que los infinitos rechazos y la eterna decepción.

Toqué fondo... Finalmente me sentí al fondo de ese abismo al que yo misma me lancé.

Y los brazos de Ana, abrazándome con fuerza, fueron lo único que registré en medio del llanto más desgarrador de mi existencia.

Y los brazos de Ana, abrazándome con fuerza, fueron lo único que registré en medio del llanto más desgarrador de mi existencia

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