Jamás pensé en las ventajas de tener cierta cantidad de dinero. Al menos no a fondo.
En mi mente siempre estuvo presente que el dinero me serviría para dos cosas exclusivamente: pagar mi carrera y mantenerme con vida. Pero de ahí no pasaba.
Vi desde el asiento del copiloto a Rodrigo explicarle algo al que supuse que era un trabajador suyo, estaban a un lado de mi auto, yo me encontraba esperando en el de él.
Pasaron varios minutos en los que Rodrigo tomó varias veces el celular de su trabajador, no supe qué tanto se decían; sin embargo, el otro chico, mucho más joven, asentía y prestaba atención.
Finalmente el amigo de mi novio le dio dos palmadas en la espalda y regresó al vehículo. Subió y esperamos a que el chico abordara mi auto y se fuera.
Estaba casi hecha bolita en el asiento del copiloto, incluso tenía los pies arriba de este, algo que no pareció importarle a mi acompañante.
—¿Quieres ir a tu casa? —preguntó en voz baja arrancando su auto.
Me encogí de hombros. Aunque los ojos me ardían, la cabeza me dolía y tenía sueño, no creí que ir a mi departamento fuera la mejor opción.
Y si llamaba a Ana podría importunarla.
No dijo más, se limitó a adentrarse a la vía y manejar sin aparente rumbo fijo.
Suspiré muy bajito mientras veía los autos y árboles pasar; por el reflejo noté que Rodrigo iba en su propio mundo. La afluencia de autos ya era bastante baja, eso me indicó que debían pasar de las diez u once.
Observé mejor el reflejo en el vidrio y noté que mi rostro se encontraba ligeramente rojo. Los ojos definitivamente delataban la cantidad de lágrimas que derramé, pero también mi expresión era una de cansancio.
Ojalá se pudiera dormir por la eternidad.
—No pienses cosas así —susurró Rodrigo.
Me sobresalté más no lo miré.
—No sé de qué hablas —mascullé.
—Tienes una cara de que estás harta —comentó—. Óscar a veces actúa como un idiota.
Suspiré y recargué la cabeza en el vidrio dejando de poner atención al camino.
—Tengo sueño —susurré no queriendo hablar del novio que me hacía sentir mal con sus comentarios que decían una cosa pero significaban otra.
—¿Quieres que te lleve a casa? —preguntó una vez más.
Le había pasado la dirección para que se llevaran mi auto.
—No sé —susurré cerrando los ojos.
Rodrigo no dijo nada, solo continuó manejando hasta que finalmente no supe más.
ESTÁS LEYENDO
Inadaptable
Ficción General¿Cuán destructivo puede ser uno mismo? Caro sabe que algo está mal con ella. Que la percepción que tiene del mundo es muy distinta a la que tienen los que la rodean. Vive atormentada por voces que le susurran con odio; se aferra a las pers...