Alienada

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Lo malo de desvelarse es que para cuando llega la tarde uno está más dormido que despierto.

Por esa razón en algún momento me quedé dormida mientras veíamos una serie que según Rodrigo estaba interesante. Para el tercer capítulo ya estaba totalmente perdida soñando con destellos de luz y carros a gran velocidad.

Me desperté con murmullos mezclándose en mi inconsciente, eran vagas frases que no lograba relacionar hasta que me concentré más. Definitivamente era la voz de Rodrigo.

—No, Isabella —susurró en tono cansino.

Me quedé inmóvil aunque ya me encontraba cien por ciento despierta y atenta a su voz.

Un suspiro resonó.

—Dijiste que... Lo sé... Pero ya no...

No sé porqué me lo imaginé enredando una mano en su cabello con frustración, se escuchaba alterado.

—No... No me trates como si fuera un niño tonto, sabes... —Otro suspiro audible—. Porque ya me cansé, no quiero...

Abrí ligeramente los ojos y lo vi frotando su cuello en ademán de cansancio, hartazgo y frustración, incluso tenía los ojos cerrados.

—Entonces arregla tu situación con Tobías —espetó y fruncí el ceño antes de cerrar los ojos—. Por eso, soluciona tu relación y yo me hago a un lado...

Otro sonoro suspiro.

—Sí, Isabella, estoy seguro. —Entonces silencio, ningún suspiro, gruñido... nada—. ¿Escuchaste todo?

Abrí los ojos y lo encontré mirándome de manera fija, mordí el interior de mi mejilla con nervios y negué.

—Perdón, no supe...

Movió la cabeza y puso los ojos en su celular, el brillo de la pantalla iluminó su rostro; estaba muy serio y emanaba un aire de derrota.

Me incorporé y la cobija que me cubría resbaló a mi regazo. Noté por la ventana a un lado que era tarde, el cielo se estaba tiñendo de color rojizo.

—Debes pensar que soy un maldito —murmuró tecleando en su celular.

Lo miré extrañada hasta que recordé lo que le pidió a Isabella.

—No, no tengo derecho a opinar sobre lo que no conozco —alegué.

Me vio de soslayo pero siguió tecleando.

—Isabella no ha terminado del todo con su ex... Él no le quiere dar el divorcio y así me aventé a una relación —dijo en un tono cansado y bajó la cabeza—. Tienen un matrimonio premeditado y ella es muy infeliz pero. —Endureció la mandíbula—. Él no le quiere dar el divorcio, su estatus es más importante —espetó.

Me senté en forma de mariposa y lo vi consternada.

—Es una situación difícil —susurré.

Él suspiró y asintió.

—Y ahora de pronto decide que no insistirá en el divorcio, que él lo quiere intentar —musitó.

No me pude imaginar lo que era estar en sus zapatos, haber anhelado tanto para que al final la puerta se te cerrara en la cara.

—Lo lamento —dije con sinceridad.

Se encogió de hombros y puso su celular en la mesa ratona.

—Ahora que lo sabes, puedes opinar que soy un imbécil —masculló poniendo ambas manos en su rostro.

Lo vi con pesar, por alguna razón podía entender porqué aceptó estar en medio de una relación aunque fuera a escondidas.

Rayos, Rodrigo era como yo... Sin los intentos de suicidio y automutilación.

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