Nombre

239 52 27
                                    

El aire movía mi cabello rizado y yo me abracé con fuerza, respiré con lentitud y cerré los ojos.

—¿Estás bien? Sabes que no tienes...

Asentí varias veces y abrí los ojos, ese era el penúltimo reto según el doctor Israel. Una herida más que sanar.

—Sí, estoy lista —aseguré sintiendo los latidos de mi corazón en la cabeza.

Ana apretó mi mano antes de entrelazar su brazo con el de su novio, ambos me esperarían en la entrada.

Suspiré y me adentré al lugar con pasos titubeantes y piernas temblorosas. Escuché gente reír, pláticas inentendibles y me abracé con más fuerza.

Caminé hasta el centro, donde se encontraba el lago y seguí el camino de los corredores hasta llegar a ese lugar.

Entonces ya no se escuchaba nada, solo una que otra ave y las hojas de los árboles moverse a causa del aire.

Observé nuestro rincón desde lejos. Estaba intacto. Aun estaba esa roca donde mi padre solía sentarse. El árbol que nos regalaba la sombra y el pasto verde donde en múltiples ocasiones nos recostamos para mirar al cielo.

Apreté mis brazos antes de cerrar los ojos y sentir las lágrimas acumularse.

«Los extraño»

Levanté mis párpados y caminé hasta el lugar, sentía mi estómago dar vueltas y una opresión en el pecho que me dificultaba respirar.

Entonces me detuve justo en ese lugar donde nos tomamos la última foto. Me quedé impasible haciendo más fuerte el abrazo en mi cuerpo.

Sentí el nudo en la garganta y mis pestañas humedecerse conforme parpadeaba.

«Recordar es una manera de mantenerlos con vida, te va a doler, pero aprenderás a controlar y no dejarte ahogar» la voz del doctor resonó en mi cabeza.

Y solté un sonoro y profundo suspiro antes de cerrar los ojos y dejar que todos los recuerdos con mis padres regresaran a mi mente.

Escenas se empezaron a ver a mi alrededor. Risas, juegos, abrazos, regaños, todo lo veía muy claro como si de una película se tratara.

Un sollozo quedó atorado en mi garganta y las lágrimas comenzaron a derramarse.

Escuchaba sus voces, tan claras, llamándome por mi primer nombre, ese que dejé de usar después de su muerte. Oí las veces que dijeron que me amaban, las noches que me abrazaron y consolaron mientras lloraba a causa de las pesadillas.

Aire me rodeó de manera sobrenatural y casi los pude sentir abrazándome con fuerza.

—Hola, papi, hola, mami... Aquí estoy —susurré al viento y supe en mi interior que ellos habían ido a mí.

 Aquí estoy —susurré al viento y supe en mi interior que ellos habían ido a mí

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
InadaptableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora