Huir

208 40 84
                                    

El momento de mi abuso eran imágenes borrosas que mi mente bloqueó por años. No entendía porqué el abrazo de mi padre me hacía estremecer, o la razón por la que no soportaba que alguien me tocara aunque fuera para saludar.

En realidad, nunca recordé bien el momento, en mi mente solo veía rostros ensombrecidos y mis manos tratando de arañar. Sentía un miedo descomunal cada que trataba de evocar ese momento.

En sí, sabía que fui abusada pero no recordaba el momento. Algo que Ana me dijo que debía hablar con un psicólogo, junto a todas mis otras situaciones.

Dicen que una víctima de violación siempre se siente culpable ante lo que le sucedió. En mi caso, nunca me creí suficiente para ser amiga o amante de alguien.

Mucho menos comprendía las actitudes de Rodrigo hacia mi persona.

Veía con fijación la televisión apagada en la recámara de Ana, cerraríamos la noche con una pijamada llena de comida chatarra que Octavio adquirió con anticipación.

Ella se estaba cambiando y yo no podía dejar de ver la pantalla negra.

Resultó que el examen de Ana consistió en analizar cómo se despedía Rodrigo de los demás y luego de mí. Y eso me tenía distraída desde que salimos del lugar donde bailamos, bebimos y reímos.

El chico de ojos azules cada que se despedía de mí posaba sus labios sobre mi mejilla, así, literal. Sin embargo, cuando se despedía de las demás, Ana incluída, solo juntaba su mejilla.

Eso sin mencionar cuando me abrazó y besó después de cantar Faint a todo pulmón.

Mi mejor amiga salió de su baño y se recargó en el marco de la puerta, me veía con una sonrisa llena de picardía.

—Calla —le dije cerrando los ojos.

—Pero no había nada —ironizó.

—¿Sabes lo mal que se ve que sea amigo de mi, aún novio?

Se acercó hasta la bolsa dónde guardé mi ropa y sacó mi celular.

—Fácil, déjale un mensaje al idiota de Óscar diciéndole que se puede ir mucho al carajo, lo verá mañana.

La vi con ojos entrecerrados y tomé el aparato con enojo.

—¿Sabías que tu cruda sinceridad duele? —pregunté notando una notificación.

Ella rio y se acostó a mi espalda.

—Sí, pero es mejor que venga de mí que de alguien de fuera, por lo menos sabes que yo lo hago por tu bien

Suspiré y sacudí la cabeza, tenía dos llamadas perdidas de Óscar y eso me tomó por sorpresa.

—Vaya —murmuré.

La sentí incorporarse y asomarse por mi hombro.

—Sábado en la noche, ya se había tardado —espetó.

La miré de reojo pero no dije nada. Tenía razón, Óscar siempre me buscaba los sábados por la noche o los domingos en la mañana. Así que no debieron tomarme por sorpresa sus llamadas.

De pronto un mensaje de WhatsApp llegó y sonreí muy a mi pesar.

"Me divertí mucho"

—Esa sonrisa —canturreó Ana.

Suspiré y le respondí agradeciendo lo que hizo esa noche. No me había divertido así en mucho tiempo.

—¿Y si me hace daño? —pregunté en un susurro.

Mi amiga me sostuvo por los hombros y puso la cabeza sobre el izquierdo.

InadaptableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora