Avec toi.

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Aquella noche era una como cualquier otra y, como siempre, salí de mi hotel para buscar todos aquellos lugares secretos de la ciudad del amor que aún no había visto. Mientras andaba iba observando todo lo que me rodeaba y, de vez en cuando, me paraba y hacía una foto, de esas que sabes que está hecho en el momento perfecto.

Después de haber paseado por toda la ciudad vi el que sería el lugar ideal para observar la noche estrellada que dejaba el protagonismo a la luna, que brillaba como nunca. Era un puente bastante largo que atravesaba un río, que diría que era el Sena.

Cuando creía que estaba sola contemplando aquel paisaje único, oí pasos, de aquellos que no saben donde ir. Me giré y vi a un chico joven que parecía tener la misma edad que yo. Lo noté desorientado y decidí acercarme, de todos modos no tenía nada mejor que hacer. Él, al ver que me  acercaba me miró y sonrió. No era una sonrisa cualquiera, era de las sinceras, y esto me extrañó por el simple hecho de no conocernos.

-Bonjour mademoiselle, je m'appelle Nathan – Vi que hojeaba un diccionario español-francés – mmm... vous... vous savez parler l'español?

-Bonjour monsieur, hablo perfectamente el español – Reí disimuladamente – te has perdido?

-Qué suerte que lo hables, no sé  como lo hubiera hecho sinó. – Volvió a sonreír de aquella manera tan peculiar – Bien, si te soy sincero me he perdido. Llevo todo el día buscando por la ciudad el hotel donde debería dormir.

No pude aguantarme la risa y él, al verme riendo se puso a reír también. No sabía que tenía que hacer, si preguntarle dónde supuestamente se encuentra el hotel y acompañarlo o bien hablar un rato y después aclarar ese tema.

Finalmente opté por la segunda opción y nos sentamos en el banco de aquel puente tan especial. Hablamos de París, de cómo había llegado a perderse y de muchas cosas más y, al ver que se hacía tarde, contemplamos unos instantes más el cielo estrellado y entonces nos fuimos hacia el hotel perdido. Me explicó que estaba aquí por un reportaje que le habían encargado y que, a pesar de no ser necesario viajar hasta aquí, prefirió tener hechos reales para explicar. Yo le confesé que mi profesión era fotógrafa y que así me ganaba la vida, y, una vez dicho esto cogí la cámara con una mano para poder hacernos  una foto los dos juntos. Sinceramente, aquella era la peor fotografía del mundo, pero siempre será un recuerdo y, al verla, siempre pensaré en aquella sonrisa perfecta de un chico perdido en medio de la ciudad del amor, París.

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