Short stories

Just a dream.

Era solo un sueño. Un maldito sueño. Imaginación con los ojos cerrados. Soñé en un mundo que no se parecía en nada a este. Un mundo imaginario. Mi mundo. Ese que parece en blanco y negro pero que si te acercas solo un poco puedes ver todos los colores existentes. En el que el cielo no es azul y con solo coger un globo logramos volar a donde queremos. Donde somos lo que realmente queremos, no lo que esperan o dicen que debemos ser.  Donde siguen ahí todos, nadie se ha ido aún, y nadie se irá jamás. Podía hablarle y tenerle cerca, podía hacer todo lo que se me ocurría sin tener el consentimiento de nadie. Era un mundo lleno de felicidad donde el dolor era desconocido por todos. Donde después del esfuerzo necesario todos lográbamos lo que nos proponíamos. Era un mundo inexistente hecho a medida para mí. 
La gente ahí era simpática, amable y generosa. De críticas se oían pocas, por no decir ninguna. Era un lugar tranquilo, donde las prisas no tenían importancia. En el cual nada lo es todo y todo es nada. Donde no hay una sola cosa igual a otra, porque allí todos somos distintos. Era un mundo que no giraba alrededor de nada ni nadie, ni siquiera  recuerdo que fuese redondo. Puede que fuera eso lo que le hacía más increíble aún. Había luz por todos lados y nosotros, sin saber de dónde salía, disfrutábamos de esos rayos que se expandían entre nosotros a cada momento.
¿Qué hay del tiempo? ¿Era real? No vi ni un solo reloj durante el tiempo no concretado que estuve allí. No pude ni podré saber nunca el rato que pasé dentro de ese mundo soñado. Tampoco donde se situaba, porque sin saber cómo, logré llegar a ese sitio tan distinto a lo habitual. No existían rutinas ni repeticiones. Todo el mundo entero vivía todo lo que hacía, escuchaba o decía una sola vez. Instantes después eso hecho, escuchado o dicho quedaba como un recuerdo más y nunca les era permitido volver a vivirlo. Pero luego, abrí los ojos y me di cuenta de que era solo un sueño.