CAPITULO 25

4 0 0
                                    

Era un día nublado, tanto que parecía ser más tarde de lo que en realidad era, el ambiente estaba fresco y las probabilidades de lluvia incrementaban conforme la noche se acercaba desde horizonte; manejaba rápidamente entre avenidas y calles que me llevarían hasta tu casa, me había ofrecido para acercarte al trabajo pero se me había echo un poco tarde por lo que la presión de mi pie sobre el acelerador había aumentado...

Cuando al fin llegue a mi destino y a parque el auto, baje y toque la puerta, apareciste sonriendo, brillando con tu propia luz, ignorando totalmente la melancolía y tristeza que el clima expresaba, en ese instante, cuando al fin te vi, todas las emociones que recorrían descontroladamente mi cabeza empezaron a calmarse...

Ya en tu habitación, me recosté sobre tu cama mientras tu decidías la combinación de tu ropa para el trabajo, yo te miraba hipnotizada por tu belleza, lo largo de tu pelo, las curvas de tu cuerpo y lo terso de tu piel, que si bien no la había tocado recientemente, mi mente aún mantenía en la memoria la sensación de las yemas de mis dedos recorriendo cada centímetro...

- No me veas así –

- Así como? –

- Con tu mirada de desaprobación -

- Tu no sabes como te estoy mirando -

Y que bueno, por que si me hubieras visto, habrías notado cuan difícil era para mi mantenerme ahí, con la espalda contra la pared y mis manos a los lados apretando las sábanas, evitando abalanzarme contra ti para robarte un beso, para verte de cerca y pronunciar aquel par de palabras que a pesar del tiempo y la distancia, aun seguía sintiendo...

Era un día nublado, cuando descubrí que no podía alejarme de ti, cuando volví a confirmar que eras la única que lograba mitigar todas mis angustias, cuando acepte que aún que no sintieras lo mismo por mi yo era feliz amándote y cuando al fin entendí que aun que yo no era para ti, tu siempre serias para mi...


Era el tercer día de nuestro primer viaje juntas, veníamos de estar todo el día en la playa, jugando con la arena, comiendo mariscos recién preparados en el restaurante y claro de disfrutar el mar, donde con ayuda de un par de inflables habíamos logrado llevar a Fer y Evelyn, ambas entraron en pánico por decirlo de alguna manera, en cuanto dejaron de sentir en sus dedos la superficie, pero después de un par de intercambios de palabras tranquilizadoras y miradas penetrantes de seguridad al fin se calmaron para disfrutar el agua salada a temperatura ambiente que nos rodeaba. Era de noche cuando les pedí a mis amigas un favor, tendrían que llevar a Fernanda a la playa, de tal manera que mientras jugaban saliera el tema de taparse los ojos, cuando al fin los tuviera cubiertos la alejaría un poco del hotel, lo suficientemente cerca del mar para que sus pies tocarán el agua fría, sin dejar de bromear se irían poco a poco hasta que al fin solo quedara ella, quizá se asustaría un poco por que nadie le respondería, pero no pasaría mucho tiempo antes de que llegara, la tomará por el brazo y le dijera que le tenía una sorpresa.

- Estas segura de que quieres hacer esto? – pregunto susurrando Vale.

- Déjenla si quiere que lo haga – respondió Evelyn – Además creo que esta más nerviosa que nosotras no la pongan más.

- Gracias bebe, y no Val no estoy segura, pero es algo que quiero hacer, sea cual sea el curso que se ha de tomar será ahora y no después –

- Suerte – dijo Ale. Todas me dieron un abrazo y caminaron por el pasillo que pasaba a un lado de la piscina y que las llevaría hasta donde se encontraba su habitación.

Tome una gran bocanada de aire, baje los escalones que llevaban hasta la arena de uno en uno y me encamine hacia donde se encontraba parada Fer, el pisar de mis pies contra la arena creaba un crujido semejante a cuando aplastas una hoja seca en otoño, siendo un sonido leve pero lo suficientemente fuerte que te provocaba una sensación satisfactoria, me coloque tras ella observando como intentaba agudizar sus sentidos, nerviosa por que no sabía si aún había alguien más con ella pero curiosa por saber que era lo que ocurriría después; cuando al fin me arme de valor, di un paso hacia ella, apenas con un contacto casi imperceptible toque el dorso de su mano hasta que nuestras palmas se encontraron y nuestros dedos se entrelazaron, con mi otra mano acaricie su mejilla, la lleve hasta donde se encontraba el inicio de la venda y la quite con cuidado al tiempo que me acercaba para poder darle un beso en los labios.

Memorias de un corazón rotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora